La batalla en el Supremo pasó y, aunque sus consecuencias permanezcan vigentes ya veremos cuánto tiempo, todo aquello parece ahora anecdótico. Trump ha ganado la presidencia y, además, contará con la mayoría absoluta en el Senado con 53 representantes republicanos frente a 47 demócratas. En cuanto a la Cámara de Representantes, los republicanos han alcanzando 220 escaños de los 435 totales. Trump dispondrá por tanto de una mayoría suficiente en el Congreso. Si a eso sumamos el poder incontestable que dispone en su partido y la mayoría 6 a 3 de jueces conservadores en la composición del Tribunal Superior. El poder de Trump para esta legislatura no parece tener límites.
Así pues, ninguna de estas cuestiones: ni el cambio de oponente, ni los atentados contra su vida, ni los juicios encadenados en su contra, ni la sentencia condenatoria, ni el agravio de entrar en la Casa Blanca como el primer inquilino convicto de su historia, han impedido el contundente triunfo de Trump frente a Kamala Harris. Porque, en el sueño americano, todos pueden llegar a ser Presidente, es tan solo una cuestión de agallas, contactos y dinero, mucho, mucho dinero.
Harris y sus colaboradores decidieron llevar a delante una campaña basada en el miedo a la persona de Trump y a las consecuencias catastróficas que para el país supondría su llegada a la Casa Blanca. Parecía una estrategia ganadora, de hecho, ya lo había sido en 2020, así que volvieron a situar las elecciones en la dimensión del «momento histórico», un enfrentamiento trascendental entre las fuerzas del orden y las del caos[1]. Los demócratas intentaron crear una relación de concatenación lógica entre la candidata Harris, la asunción pacífica de la pluralidad social desde el orden democrático establecido, la libertad y el futuro estable de la nación[2].
Pero la subversión del orden establecido en la mente del votante era precisamente uno de los objetivos clave en la campaña de Trump, así pues, cuanto más se postulase Harris como la defensora del orden heredado, más fácil le resultaba a su oponente afianzar su imagen de «outsider» venido desde su torre crisoelefantina para hacer justicia y restablecer un orden verdaderamente americano, extraído de un mítico pasado, y con ello hacer de América, de nuevo, una nación grande y fuerte.
Biden renunció a su candidatura a condición de que Harris defendiera su legado y hubo de adoptar para su campaña, si no todas, por supuesto, sí buena parte de las ideas de su presidente. Incluso se movió hacia el centro en muchas de sus anteriores posiciones políticas, mantenidas durante su postulación a las primarias demócratas en 2019, lo cual, sin duda, le restó credibilidad[3], pero ¿qué otra cosa cabía hacer? Ahora debía presentarse ante el pueblo como una demócrata sensata y moderada y, realmente, ¿alguien podría creer una postura radical en quien había sido la vicepresidenta de Biden?
Con la sonrisa perpetua puesta en su boca, frente al gesto adusto de su oponente, la campaña de Harris se caracterizó por el tono optimista y confiado de un «todo va bien», típico en quien había formado parte de la administración saliente.
Así pertrechada, centró sus propuestas económicas en un sensato paquete de medidas correctivas sobre el coste de la cesta de la compra, la vivienda[4] y la atención médica[5], en el bienestar de la clase media y en la mejora de las condiciones fiscales de las pequeñas empresas[6]. Porque la Campaña de Harris no podía basarse sólo y exclusivamente en la destrucción del adversario, como sí lo hacía la de Trump. La todavía vicepresidenta de los Estados Unidos no podía presentar una realidad tan dura como la de su oponente. Por la sencilla razón de que Harris debía hacer la defensa de los cuatro años de administración Biden, de la cual ella misma formaba parte importante[7].
Como resultado de la estrategia más o menos elegida, más o menos impuesta, Harris peleó todo el tiempo con una mano atada a la espalda. Mientras su oponente embestía despiadado contra todo lo establecido y sembraba la sal en la tierra del global establishment, Harris debía atacar los desvaríos de su oponente mientras defendía el legado de la administración Biden que, indiscutiblemente ha sido parte fundamental de ese orden globalista. Orden y continuidad determinan precisamente el eje contra el cual Trump buscaba dar batalla, porque en su discurso, el caos radica en la continuidad de un orden corrupto y la continuidad era Harris según ella misma afirmaba.
Efectivamente, el tema central de la campaña para su tercera candidatura presidencial fue la llamada «retribution»[8] del poder usurpado al pueblo americano, que Trump quiso asimilar al de su particular «revenge», la venganza tras la usurpación de su propio poder de presidente en 2020 y la que él considera posterior persecución judicial injusta. Trump lo anunció sin ambages ya desde su discurso de marzo de 2023 en la Conservative Political Action Conference, CPAC[9], cuando afirmó: «In 2016, I declared, 'I am your voice'. Today, I add: I am your warrior. I am your justice. And for those who have been wronged and betrayed, I am your retribution. I am your retribution.» Yo soy el hombre providencial, le faltó por decir, y más adelante en su discurso afirmó lo siguiente con total rotundidad: «This is the final battle. They know it, I know it, you know it, everybody knows it»[10].
Calificadas estas elecciones como «la batalla final» y habiendo prometido abiertamente, sin tapujos, servirse del poder de la presidencia para represaliar a lo que él denomina «the deep estate», el estado profundo. «Either the deep state destroys America, or we destroy the deep state» [11]. El trumpismo ha asentado entre los suyos la idea de que la burocracia federal de Washington, unos 50.000 trabajadores, constituye el cuarto poder del estado. Un poder en las sombras, viscoso, un estado profundo inaccesible a los ciudadanos. Sin su desmantelamiento, será imposible devolver el gobierno al pueblo.
Trump, el hombre providencial, hace la promesa de aprovechar el poder ejecutivo para despedir a cuantos empleados federales se opongan de cualquier manera al avance de su forma de dirigir la nación. Toda una labor moralmente depuradora, pero, si preferimos llamar a las cosas por su nombre, es una purga en toda regla, esperemos que no se haga al modo estalinista. Quién, por cierto, también se sentía el bueno frente a quienes se le oponían.
Esta es una edición más del inmemorial enunciado: nosotros, los buenos, contra ellos, los malos, donde los malos se reconocen por pensar de forma diferente a nosotros. En transitiva propiedad y porque la maldad sobra en el mundo, todo aquel que piense, sienta o sea diferente a nosotros, sobra, sin paliativos, por ser intrínsecamente malo[12].
¿No es este uno de los síntomas que describen a la dictadura? ¿No es eso exactamente lo que Narendra Modi ha hecho ya en la India? Reemplazar la nómina de los funcionarios por otros de personal afecto al régimen para realizar un giro copernicano de la estructura general del Estado: de la democracia al totalitarismo. En definitiva, tomar el poder, tomar todos los poderes.
La abierta llamada del o nosotros o ellos, ese afán de poner fin a la historia mediante una última batalla contra el mal, dibuja un horizonte lleno de nubarrones en el porvenir de la democracia en los Estados Unidos de América y, por ende, en el resto del mundo.
Cuanto más defendía Harris a estos trabajadores federales de los furibundos ataques de su oponente, cuanto más defendiera Harris el orden democrático establecido, cuanto más elogiaba el actual estado de las instituciones y la salud del estado de derecho, en la lógica del Trumpworld, más demostraba su adscripción al malévolo mundo de la corrupta política asentada, convirtiéndose a sus ojos en una agente destacada de los pérfidos intereses del globalismo apátrida.
A mi juicio, la derrota de Harris era inevitable. La estrategia estuvo centrada en la defensa del establishment y el miedo al regreso de Trump, suponiendo que lo que ya diera resultado en 2020 volviera a darlo ahora. Los demócratas aún no han asimilado la verdadera naturaleza del Trumworld. No han sabido leer el verdadero significado de la derrota de Clinton en 2016.
Trump no es la enfermedad, es solo un síntoma y, como tal, expresa de forma patente la existencia de un mal mucho más profundo, del cual emerge como manifestación morbosa.
El auge de Trump y el de tantos otros autócratas, es una manifestación de lo que está ocurriendo entre amplios sectores de la población, no solo norteamericana sino, en general, de las democracias liberales de occidente.
Existe en un amplio sector de nuestras sociedades un profundo descreimiento de la democracia debido a la frustración que produce ver desatendidos sus intereses y necesidades más legítimos. Esta parte de nuestras sociedades, esta parte incluso de todos y cada uno de nosotros, se halla en lucha contra un sistema tan pagado de sí mismo desde la caída de la Unión Soviética, que se ha pensado insustituible. Sin embargo, esta multitud descontenta de millones y millones ya no cree en el sistema creado por la democracia de libre mercado y busca otras alternativas.
Es cierto que el descontento se alimenta por la desinformación aprovechada, pero esto vuelve a ser un síntoma o, en todo caso, una enfermedad oportunista, no constituye el problema en sí mismo. Como no lo son los demagogos igualmente oportunistas que se alzan como salvadores de las causas desatendidas con soluciones fáciles e inmediatas.
No obstante, tienen razón en una cosa, en señalar la inoperancia de un sistema que ha dejado de ocuparse en las necesidades reales de los pueblos.
Los ideales de las generaciones que vivieron la Segunda Guerra Mundial, sus desastres y las carencias de la inmediata posguerra, ya no sirven para el gobierno del mundo. Han quedado obsoletas las estructuras que surgieron en 1944 de los acuerdos de Bretton Woods para regir la economía mundial, ni es válido el equilibrio de fuerzas que han regido la geopolítica del planeta durante cuarenta años. Las generaciones que proyectaron la beneficiosa alianza entre las democracias nacionales y la globalización del capital, como forma de armonizar los pasados conflictos entre las potencias del mundo, han desaparecido tras la caída del muro. Así como su sistema-mundo, porque aquel muro, que Churchill llamara de la vergüenza, era también un dique de contención a la corrupción política y un aviso para la navegación de los agentes económicos.
El problema es enorme porque, en el fondo de los florecientes trumpismos subyace una gran verdad. La globalización de la economía, amparada en el estado de derecho de la democracia, no ha traído lo que prometió: ni la paz mundial, ni la prosperidad igualitaria de los pueblos, ni siquiera la plena prosperidad a los ciudadanos de los países ricos.
¿Cómo defender un sistema que se evidencia inoperante para satisfacer las necesidades reales de la población? ¿Cómo continuar atados afectivamente a un sistema político abiertamente ajeno al interés común? ¿No recuerda la puesta en escena de nuestros políticos, de todos ellos, sin excepción, la arrogancia de los déspotas ilustrados? ¿En serio puede el ciudadano de hoy día pensar en la democracia como un proyecto llevado adelante por el pueblo en su propio beneficio?
Todo cuanto hagan o digan los candidatos como Harris contra «los trumps» de este mundo, reforzará la convicción de sus bases. El que Trump sea un demagogo oportunista no es óbice para admitir la existencia de una muy profunda crisis en las actuales formas de las democracias. Los políticos de este género han existido siempre, pero solo ahora germinan y parecen predominar de manera alarmante.
El discurso de Trump enciende las legítimas ansias y satisface la esperanza arcana del pueblo en la figura del líder. Aunque su forma de gobierno se adivine odiosa, se presenta con la indudable fuerza de una alternativa a la inacción de un sistema autocomplaciente, que parece existir principalmente para satisfacer los intereses de los partidos.
Una cosa deja clara la emergencia de los demagogos. Si el sistema se muestra incapaz de reformarse desde dentro, la pervivencia de la democracia como forma política de convivencia social, al menos tal y como hoy la entendemos, será imposible sin la experiencia del trauma. El problema, no es Trump, repito, este es solo un síntoma. El problema son los políticos como Harris.
Volviendo a la campaña para las presidenciales, cabe preguntarse, en todo caso, ¿qué otra opción cabría? La defensa del orden establecido y la apelación al miedo parecían medidas adecuadas para oponerse al odio y a la mala leche esparcidos por el «libertario» Trump, máxime cuando ya había sido exitosa para la victoria de Biden en 2020. ¿Por qué no habría de serlo en esta ocasión?[13]
El Partido Demócrata (PD), los verdaderos conservadores en esta tesitura, depositaron su confianza en el buen juicio del pueblo. ¿Qué será de la democracia cuando llegue el autócrata? El discurso de Harris, como el de todos los políticos a su imagen en todas las democracias occidentales, era desalentador: o la inoperancia o el caos. O la democracia exhausta o la autocracia antesala de la dictadura. Para adecentar esta deprimente disyuntiva, el PD reivindicó la muy gastada herencia de los principios democráticos y esgrimió los derechos humanos como armas arrojadizas, haciendo de la defensa de las identidades y de las minorías la forma de contestar al enraizado discurso de odio lanzado por Trump contra un sistema moribundo.
Era como tomar el té con pastas mientras se ignora al elefante en el saloncito.
La candidata del PD ofreció esforzada batalla en favor del sistema de toda la vida. Envuelta en la bandera de la democracia, se presentó ante el pueblo pensando que este acudiría a las urnas en su rescate. Tasaron mal la situación, sin entender lo desgastada que está la afección del pueblo hacia unas instituciones que sienten de espaldas a sus intereses, a sus vidas.
En estos cuatro últimos años, no se hizo un esfuerzo visible para combatir la situación en profundidad. Ni siquiera existió un discurso pedagógico de lo que está pasando en el mundo, ni se reconocieron los muchos y muy profundos fallos del sistema actual, ni existió la preparación de una nueva hornada de políticos con aires de innovación. ¿En serio el PD esperaba que el anciano Biden fuera capaz de afrontar una nueva campaña?[14] ¿Tan ciegos están? ¿Y de estos políticos del «patadón y a seguir que todo va solo» depende el futuro de la democracia?
Harris, al igual que su oponente, no fue mucho más allá del planteamiento maniqueísta entre buenos y malvados. El suyo fue un mensaje claro, votad por lo mediocre conocido y alejaros de quien se dice bueno, pero está por conocer. Era la otra cara de la misma farsa, nosotros los buenos, aunque imperfectos, contra los malos, los engañadores de los ignorantes. ¿Dónde estaba el discurso de transformación?, ¿dónde la renovación de la democracia? Por mucho que se pueda dudar de sus intenciones, por mucha prevención que pueda suscitar su propuesta, Trump sí la tenía y la proclamaba alto y claro, para que todos lo entendieran.
Las amenazas filo fascistas de Trump, lo esperpéntico de su demagogia y su descarado oportunismo interesado serían, según las mentes pensantes en la campaña de Harris, argumentos suficientes a los oídos del sabio pueblo americano para que este se movilizara en defensa de su democracia. Hoy, los resultados muestran el error de este planteamiento. Ni el Democratic Party ni, en general, los partidos que dicen defender la democracia en Europa parecen haber comprendido el profundo significado de la derrota de Clinton en 2016 y se han perdido ocho años. Tal vez ahora sí lo hayan hecho con la de Harris, aunque tengo mis dudas al respecto.
Frente a Trump, frente a sus sucesores y a sus émulos en todo el mundo no pueden oponérseles candidatos provenientes del establishment y menos uno «pringado» con experiencia de pusilánime gobierno. Al fuego demagógico ha de oponerse un cortafuegos de tierra quemada, para evitar que arda todo el monte.
Sea como fuere, el pueblo ha votado y lo ha hecho con plena conciencia. En esta ocasión nadie puede aliviar su responsabilidad apelando al engaño o la ignorancia. Trump no ha ocultado sus intenciones y el pueblo americano lo ha elegido libremente confiando en que su líder sabrá llevarlos por la senda de la fuerza y la grandeza.
En la anterior entrada del blog escribí sobre la estupefacción de las sociedades y su relación con la kakistocracia. Bien, la antidemocracia ya se ha hecho con el poder en la primera potencia del mundo y será un poder omnímodo. De lo que pase en adelante, 77.302.169 de ciudadanos estadounidenses serán plenamente responsables y no porque el número sea elevado la responsabilidad de cada individuo habrá de ser menor.
La rueda de los cambios radicales en el mundo se ha puesto en marcha de manera inequívoca, que cada cual obre en consecuencia y se haga cargo de sus actos.
NOTAS:
[1] Miller, Zeke; Megerian, Chris; Boak, Josh. «Harris tells roaring Wisconsin crowd November election is 'a choice between freedom and chaos'», en Associated Press. 24/07/2024. Disponible en: Elecciones 2024: Harris dice ante una multitud en Wisconsin que las elecciones de noviembre son “una elección entre la libertad y el caos” | Noticias AP
[2] Hutzler, Alexandra. «The prosecutor vs. the felon. Democrats see winning contrast between Harris and Trump», en ABC News, 23/07/2024. Disponible en: El fiscal vs. el delincuente. Los demócratas ven un contraste ganador entre Harris y Trump. - Noticias ABC : Véase: Thompson, Alex. «Harris ditches Biden's strategy with "freedom" focus», en AXIOS, 01/08/2024.Disponible en: Harris descarta la estrategia de Biden con el foco puesto en la libertad
[3] Epstein, Reid J. (July 29, 2024). «Why the Kamala Harris of Four Years Ago Could Haunt Her in 2024», en The New York Times, 29/07/2024. Disponible en: Por qué la Kamala Harris de hace cuatro años podrían perseguirla en 2024 - The New York Times Archivado del original en Internet Archives: Link aquí para ver el archivo
[4] Sobre el tema pueden consultarse entre otras las siguientes noticias: Bahney, Anna. «The US housing market is short 6.5 million homes», en CNN Negocios, 08/03/2023. Disponible en: Al mercado inmobiliario de EE.UU. le faltan 6,5 millones de viviendas : Glaeser, Edward L. «The Closing of America's Urban Frontier», en JSTOR, 2020. Disponible en: El cierre de la frontera urbana de Estados Unidos : Smialek, Juana; DePillis, Lydia; Rodríguez, Natasha. «Trump Blames Immigrant Surge for Housing Crisis. Most Economists Disagree», en The New York Times, 11/10/2024. Disponible en: Trump culpa a la oleada de inmigrantes por la crisis de vivienda. La mayoría de los economistas no están de acuerdo : Smith, Jennifer. «Kenzie Bok says Boston housing shortage no accident. ‘Our housing system in America is built to be a sieve,’ says BHA chief», en Commonwealth, 30/10/2023. Disponible en: Kenzie Bok dice que la escasez de viviendas en Boston no es un accidente. “Nuestro sistema de vivienda en Estados Unidos está diseñado para ser un colador”, afirma el director de BHA
[5] Levey, Noam N. «Harris apoya la reducción de la deuda médica. Los “conceptos” de Trump preocupan a defensores», en KFF Health News, 16/10/2024. Disponible en: https://kffhealthnews.org/news/article/harris-apoya-la-reduccion-de-la-deuda-medica-los-conceptos-de-trump-preocupan-a-defensores/ : Luhby, Tami. «Harris pushes to make health care a top campaign issue. Many voters agree», en CNN Politics, 03/10/2024. Disponible en: https://edition.cnn.com/2024/10/03/politics/health-care-harris-voters-election-poll/index.html : Rubial, Félix. «La política sanitaria en la campaña electoral de EE.UU.: ¿qué está en juego?», en Redacción Médica, 23/10/2024. Disponible en: https://www.redaccionmedica.com/opinion/felix-rubial-7847/la-politica-sanitaria-en-la-campana-electoral-de-ee-uu-que-esta-en-juego--7243 : Porras, Julia. «Kamala Harris vs. Donald Trump: las diferencias entre los modelos sanitarios de los candidatos a presidir EEUU», en Gaceta Médica, 05/11/2024. Disponible en: https://gacetamedica.com/politica/harris-trump-diferencias-modelos-sanitarios-candidatos-presidencia-eeuu/ : Sin firma. «Compare the Candidates on Health Care Policy», en KFF The independent source for health policy research, polling, and news, 08/10/2024. Disponible en: https://www.kff.org/compare-2024-candidates-health-care-policy/ : Sin firma. «Informe médico de Kamala Harris, una estrategia que busca el contraste con la salud de Donald Trump», en France 24, 12/10/2024. Disponible en: https://www.france24.com/es/ee-uu-y-canad%C3%A1/20241012-informe-m%C3%A9dico-de-kamala-harris-una-estrategia-que-busca-el-contraste-con-la-salud-de-donald-trump
[6] Luhby, Tami. "Harris and Trump want to strengthen the middle class. It could use the help". CNN Politics, 28/07/2024. Disponible en: Harris y Trump quieren fortalecer a la clase media. Le vendría bien la ayuda | CNN Política : McCammon, Sarah. «The Harris campaign takes its attacks against Trump over abortion on the road», en NPR, 10/09/2024. Disponible en: La campaña de Harris lanza una gira en autobús por la "Libertad Reproductiva" en estados clave: NPR : Sullivan, Helen. «Kamala Harris economic plan to focus on groceries, housing and healthcare», en The Guardian, 15/08/2024. Disponible en: El plan económico de Kamala Harris se centrará en los comestibles, la vivienda y la sanidad | Elecciones EE.UU. 2024 | El Guardián
[7] Tal era la impresión transmitida por Stephen Collinson en un artículo publicado en CNN: «Most politicians court voters by offering them an optimistic vision, peddling hope and promises of change. Democratic nominee Kamala Harris is seeking to sweep away Trump's somber picture of America in crisis by invoking joy and a new kind of 'opportunity economy'. Trump, however, mostly dishes out fear and threats». Collinson, Stephen. «Trump plays the fear card on the economy – and it seems to be working», en CNN, 24/09/2024. Disponible en: Trump juega la carta del miedo en la economía, y parece estar funcionando | CNN Política El texto traducido viene a decir: «La mayoría de los políticos cortejan a los votantes ofreciéndoles una visión optimista, vendiendo esperanza y promesas de cambio. La candidata demócrata Kamala Harris está tratando barrer la sombría imagen de Trump de unos Estados Unidos sumidos en la crisis, invocando la alegría y un nuevo tipo de "economía de las oportunidades". Trump, sin embargo, reparte principalmente miedo y amenazas». Sobre las promesas de Harris en campaña puede verse: Luhby, Tami; Mullery, Way. «Promises Kamala Harris has made so far in her campaign», en CNN Politics, publicado el 04/08/2024 y actualizado el 01/11/2024. Disponible en: Las promesas que Kamala Harris ha hecho hasta ahora en su campaña
[8] Véase en: Alexandra Hutzler. «Trump's “retribution” campaign theme has apparent roots in old Confederate code, new book says», en ABC News; 02/11/2023. Disponible en: El tema de la campaña de "retribución" de Trump tiene raíces aparentes en el viejo código confederado, según un nuevo libro - ABC News
[9] La Conservative Political Action Conference, CPAC, «Conferencia de Acción Política Conservadora», es la reunión anual de los activistas y políticos electos conservadores de los Estados Unidos y está organizada por la Unión Conservadora Americana, (ACU).
[10] «En 2016 declaré: "Yo soy tu voz". Hoy, agrego: Soy tu guerrero. Soy tu justicia. Y para aquellos que han sido agraviados y traicionados, soy su retribución. Soy su retribución.», «Esta es la batalla final. Ellos lo saben. Yo lo sé, ustedes lo saben, todos lo saben». Frases reproducidas en Haberman, Maggie; Goldmacher, Shane. «Trump, Vowing 'Retribution,' Foretells a Second Term of Spite», en The New York Times, 07/03/2023. Disponible en: Trump, jurando "retribución", predice un segundo mandato de rencor - The New York Times Archivado del original en Internet Archives: Link aquí para ir al archivo
[11] «O destruimos al estado profundo o el estado profundo destruirá a los Estados Unidos». Véase: Smith, Allan. «Trump zeroes in on a key target of his 'retribution' agenda: Government workers», en NBC News, 26/04/2023. Disponible en: Trump se concentra en un objetivo clave de su agenda de "retribución”: los trabajadores del gobierno.
[12] Hoy sabemos que al frente de esta operación depuradora ha situado a Eron Musk, su ministro encubierto para asuntos de la gobernación. Un nuevo Himmler con maneras de monologuista. Sobre el carácter vengativo de esta retribución trumpista véanse: Allen, Jonathan. «Awaiting possible indictment, Trump rallies in Waco and vows to 'destroy the deep state'», en NBC News, 25/03/2023. Disponible en: A la espera de una posible acusación, Trump se reúne en Waco y promete destruir el “estado profundo” / NBC Noticias : Kudlow, Lawrence. «Trump: 'My Revenge Will Be Success'», en The New York Sun, 21/02/2024. Disponible en: Trump: "Mi venganza será el éxito" | El sol de Nueva York Archivado del original en Internet Archives: Link aquí para ir al archivo
[13] La cuestión se pone de relieve cuando comparamos las cifras de 2024 con las obtenidas por Biden en 2020. Permítame el lector exponer unas cuantas en términos absolutos porque, aunque la elección de presidente como sabemos se haga mediante delegación de votos por estados, las cifras absolutas arrojan una imagen significativa de lo ocurrido. Veamos, con el 99,9% de los votos emitidos escrutados:
1.-El número de votantes inscritos en el censo de electores de 2024 fue de 245.741.673 millones, lo que supone un incremento del 5’7% con respecto al censo de votantes de 2020. En estas elecciones, la participación alcanzó un total de 155.419.638 votos válidos, un 63’24% de los ciudadanos con derecho a voto.
2.-El censo electoral en 2020 era de 231.884.208 y la participación en aquellas elecciones fue de 158.209.978 votantes, el 66’6% de los ciudadanos con derecho a voto. La de 2020 fue una cifra récord de participación, solo igualada en 1952.
3.-Lo primero que llama la atención es que, mientras que el censo electoral se ha incrementado en casi 14 millones de votantes, el voto emitido en 2024 experimentó un descenso de 2.790.340 de votos.
4.-En 2020, Biden recibió 81.281.888 millones de sufragios, un 51.38% del voto emitido, mientras que Trump obtuvo entonces 74.223.251 millones, el 46.91%.
5.-En 2024, Trump ha ganado con 77.302.169 votos, 49.74%, es decir, ha obtenido 3.078.918 votos más que en 2020. Harris por su parte ha logrado 75.015.834 votos, 48’27%, es decir, 6.266.054 votos menos que Biden en 2020.
6.-Los demócratas han vuelto a su cupo de la era «postobama». Recordemos que en las elecciones de 2016 Hillary Clinton obtuvo el 48’17% de los votos emitidos, prácticamente el mismo resultado que Harris, 48’27%. Aunque, en aquella ocasión Clinton aventajara a Trump en el voto popular.
La pregunta parece evidente. ¿Por qué el miedo a Trump funcionó en 2020 y ahora no? ¿Por qué Biden fue capaz de obtener la cifra nunca alcanzada de 81 millones de votos? En mi opinión, los argumentos que decantaron la victoria en favor de Biden no fueron el miedo a la guerra civil, ni a la ruina del Estado, ni a la pérdida de la democracia. El voto de 2020 fue un voto de castigo por la pésima gestión de la crisis del COVID. El único factor diferencial con respecto a 2016 y 2024. Por desgracia, el pueblo tiene memoria de pez. Sin datos definitivos, con el 99’9% del voto escrutado, tanto las cifras de datos censales como las de los electorales han sido extraídas de distintas páginas de la Wikipedia. Véanse en: https://en.wikipedia.org/wiki/2024_United_States_presidential_election
[14] Muchos expertos subrayan el escaso tiempo de campaña que Harris ha tenido, poco más de 100 días, frente a los más de dos años que Trump ha dispuesto para ir preparando su candidatura. Pero, es que me parece de locos, ¿de verdad a ninguna de estas lumbreras se le ocurrió pensar que no podían depender de un octogenario? Además, Harris era la primera heredera del denostado legado de Biden, atacado a izquierda y derecha y del cual se hacía corresponsable, no sin razón, a su vicepresidenta. Espero que algo hayan aprendido.
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