Esbozo de un nuevo paradigma. (I) Turbulencias en el sistema mundo.

Publicado el 12 de abril de 2025, 13:21

Con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, las guerras entre las grandes potencias coloniales, el nacionalismo exaltado y el proteccionismo comercial eran las características habituales de la política internacional. Más allá de los acuerdos bilaterales, apenas existía cooperación entre las naciones y aún menos ayuda de las ricas a las pobres[1].

Al finalizar la guerra, el mundo había aprendido a sangre y fuego cuáles eran las nefastas consecuencias que conlleva el mantenimiento de un mundo así. El enfrentamiento entre los nacionalismos excluyentes, el hostil proteccionismo a ultranza de lo propio, las políticas de hechos consumados unilateralmente y la guerra como medio supremo para dirimir las diferencias de intereses económicos no son un camino practicable. El mundo entonces construyó un sistema de economía abierta, regido por instituciones que han venido mediando en los problemas internacionales. A pesar de todos sus defectos y carencias, con mayor o menor fortuna, creo que para ser justos deberíamos reconocer que ese nuevo sistema mundo ha permitido que miles de millones de personas salieran de la absoluta pobreza y de la enfermedad endémica y que las guerras entre grandes potencias parecieran haber quedado relegadas al estudio de la historia[2].

El liderazgo de Estados Unidos fue el factor clave en esta transformación. Tras la guerra, lejos de pedir reparaciones onerosas a las potencias derrotadas, como ocurrió en la primera, el presidente Truman firmó la Ley de Recuperación Económica de 1948, conocida como Plan Marshall, que proporcionó asistencia para restaurar la infraestructura económica de Europa y generar un área común de comercio y paz.

No obstante, los planes para el nuevo mundo de postguerra se habían dispuesto cuatro años antes, en la famosa Conferencia de Bretton Woods. Fue allí donde, bajo los auspicios de Roosevelt, se celebraron los esponsales entre la democracia y el comercio. En su lecho nupcial fueron concebidos los poderosos gemelos que habrían de ocupar la historia de los pueblos durante los siguientes ochenta años. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Desde aquellos días en los que el ínclito presidente doblaba el brazo a Churchill en medio del Atlántico para liberar al mundo del colonialismo y de los imperios mercantilistas, ha llovido mucho, quizás demasiado. Estados Unidos abrió su economía al resto de naciones fuera de la órbita comunista, tratando de crear un sistema económico en el cual la paz fuera infinitamente más rentable que la guerra. Su visión tuvo éxito, y ningún país se ha beneficiado de ello más que los propios Estados Unidos. Al proponerse el dólar como moneda de referencia global, la capacidad de la Reserva Federal para emitir moneda fue ilimitada, así como la posibilidad de endeudamiento del Estado. Casi de forma literal, los Estado Unidos pasaron a poseer todo el dinero del mundo, sobre todo después del abandono del patrón oro.

Han sido ochenta años de hegemonía, primeramente, compartida con la Unión Soviética y, desde la caída del muro, ejercitada de forma indiscutida durante 20 años. Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos al abandono del Pacto de París. Desde el Pacto del Atlántico a las negociaciones con Rusia para la rendición de Ucrania. Desde la guerra de Corea al reciente bombardeo de los hutíes en el Yemen, los Estados Unidos de América han hecho un largo y provechoso viaje. De hecho, a finales de los ochenta, alguien tan poco sospechoso de antipatriotismo como el presidente Reagan proclamaba lo siguiente.

«Aquí en Estados Unidos, debemos tomarnos un momento para reconocer que uno de los factores clave detrás de la gran prosperidad de nuestra nación es la política de comercio abierto, que permite al pueblo estadounidense intercambiar libremente bienes y servicios con personas libres de todo el mundo.»[3]

En las postrimerías del siglo XX, Madeleine Albright, Secretaria de Estado para la administración Clinton entre 1997 y 2001, declaró con orgullo que Estados Unidos era la nación indispensable, esencial para proteger el orden mundial. Una década más tarde, Hillary Clinton, jefa de la diplomacia estadounidense para la administración Obama, proclamaba la existencia de un nuevo momento estadounidense en el que, según decía, nuestro liderazgo global es esencial.[4]

La entonces Secretaria de Estado, habló ante el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington, haciendo una especie de informe sobre la política exterior de Obama. Aunque buena parte del discurso se centró en los peligros que enfrentaba el mundo ante los intentos de Irán de desarrollar armas nucleares, en términos generales, Clinton mantuvo un tono positivo y optimista. Por supuesto, a pesar de su llamado al compromiso, a la responsabilidad compartida y la diplomacia tradicional. No obstante, a pesar de toda esta retórica, la Secretaria de Estado se asumió enérgicamente un fuerte liderazgo global.

«No debe haber ninguna duda. Por supuesto, esta administración también se compromete a mantener el mayor ejército de la historia del mundo y, de ser necesario, a defendernos vigorosamente a nosotros mismos y a nuestros amigos[5]

Más adelante en su discurso continuó diciendo:

«Lo veo en los rostros de las personas que conozco al viajar: no solo los jóvenes que aún sueñan con la promesa estadounidense de oportunidades e igualdad, sino también diplomáticos y líderes políticos experimentados que, lo admitan o no, ven el compromiso con los principios y el espíritu emprendedor que acompañan la participación estadounidense. Y miran a Estados Unidos no solo para involucrarse, sino para liderar[6]

Aquella visión de la postguerra que contemplaba a los Estados Unidos como una potencia excepcional en la historia de la humanidad, todavía se exhibía con toda intensidad en el 2010:

«Y ahora, tras años de guerra e incertidumbre, la gente se pregunta qué nos depara el futuro, tanto en casa como en el extranjero. Así que, permítanme decirlo claramente: Estados Unidos puede, debe y liderará en este nuevo siglo. De hecho, las complejidades y las conexiones del mundo actual han dado lugar a un nuevo momento para Estados Unidos, un momento en el que nuestro liderazgo global es esencial, aunque a menudo debamos liderar de nuevas maneras. Un momento en el que aquello que nos define como nación ―nuestra apertura e innovación, nuestra determinación y devoción a nuestros valores fundamentales―, nunca ha sido más necesario. Este es un momento que debemos aprovechar con trabajo duro y decisiones audaces, para sentar las bases de un liderazgo estadounidense duradero en las próximas décadas.»[7]

En el modelo de liderazgo global de la administración Obama persistían los tradicionales elementos estratégicos del hegemón americano con respecto al mundo. A saber: énfasis en el liderazgo estadounidense más que en la cooperación con los socios, con sus correspondientes dosis de apelación a los hechos consumados y al uso excesivamente fácil de la fuerza.

En síntesis, la política global USA se ha venido basando en seis puntos respetados de unas administraciones a otras hasta el advenimiento de Trump:

  1. Moderar la macroeconomía manteniendo para el mundo la ilusión de un libre comercio pleno.
  2. Mantener el compromiso con los principales aliados de Estados Unidos, los países de la OTAN, Japón y Australia, modelando sus relaciones comerciales y alianzas militares en función de las necesidades surgidas del mantenimiento de su propio liderazgo.
  3. Incrementar el liderazgo de Estados Unidos en los ámbitos transatlántico, transpacífico y hemisférico, aumentado sus alianzas con aliados secundarios.
  4. Liderar las instituciones globales tanto de índole económica como política: Organización de Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Grupo de los Ocho y de los Veinte, Organización Mundial del Comercio, Organización Mundial de la Salud, etc.
  5. Intervenir en el desarrollo de las economías e influir en la política de países emergentes, como la India, China, Sudáfrica y Brasil.
  6. Mantener una impoluta imagen como defensor incansable de los valores universales consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

A pesar del entusiasmo puesto por Hillary Clinton en su discurso de 2010, al terminar la primera década del siglo, esta visión parecía escasamente convincente. No estaba claro si una superpotencia percibida ampliamente en relativo declive, con su imagen global empañada tras la vulnerabilidad mostrada en los ataques a las torres gemelas en 2001, la crisis económica de 2008, la impotencia para mantener una paz estable en Irak y Afganistán y el crecimiento exponencial de China tanto en lo económico como en lo militar, aún podía aspirar a liderar el mundo en esos términos.

I.- Cuando cayó la máscara, su horrible faz quedó al descubierto...

El mundo ya no estaba en los ’60. Catorce años después de aquel discurso, el orden estadounidense, que abarcó gran parte del mundo después de la Segunda Guerra Mundial y que se volvió hegemónico tras el colapso de la Unión Soviética, parece en franca decadencia. El fin de la Pax Americana parece inevitable, al menos tal y como hasta ahora la hemos entendido.

No solo tiene serias dificultades para afrontar los desafíos geoestratégicos planteados por Rusia y China, dos autocracias agraviadas por un orden global que, según lo entienden, fue construido exclusivamente para servir a los intereses estadounidenses. A pesar de todo, lo más sorprendente, es que las convulsiones que experimenta en la actualidad Estados Unidos bajo la administración Trump no se deben fundamentalmente a los desafíos externos, sino a un desgarro en el tejido social propio. Esta ruptura deriva a su vez del resentimiento de las clases medias y trabajadoras hacia el orden global, creado por los propios Estados Unidos, pero de cuyos procesos, y con razón, se sienten excluidas y claramente perdedoras.

Las inevitables contradicciones presentes en todo sistema económico de intereses plurales y una excesiva voracidad en los principales agentes de la globalización, han ido incrementando durante años el descontento de una ingente masa de ciudadanos en el seno de las naciones desarrolladas. Cientos de millones de votantes de Europa y Estados Unidos que en los últimos 30 años han perdido sus empleos dignamente remunerados y ahora sufren con dos empleos en el umbral de la pobreza. Han perdido también sus posibilidades de acceder a una vivienda digna. Han visto deteriorarse los servicios de enseñanza y sanidad, experimentan impotentes el encarecimiento de la energía y, en general, sufren el inevitable descenso de su nivel de vida.

Esta masa ingente de votantes se siente excluida y traicionada por el orden que hasta ahora ha sido dominante. Ha perdido la fe en cuantas formas de orden global puedan concebirse y en cuantos principios pretendan sustentarlas, incluida la democracia. Hagamos América grande de nuevo claman millones de ciudadanos estadounidenses, pero ¿cómo es posible? ¿Acaso los Estados Unidos no han sido grandes desde 1945? ¿Por qué resurge el nacionalismo de preguerra entre las naciones europeas?

«No permitiremos que se aprovechen de nosotros nunca más»[8], declaraba Trump en el discurso inaugural de su presidencia, como si estuviese hablando de un país recién surgido de una ocupación colonial[9]. En las sesiones de confirmación ante el Senado para ser nombrado Secretario de Estado, Marco Rubio se quejó de que, en las últimas décadas, Estados Unidos había priorizado el orden global por encima de los intereses nacionales, como si los EE.UU. no tuviesen intereses en el exterior y no sacasen cumplido provecho de cada una de sus intervenciones[10].

De hecho, a pesar de las quejas emanadas de los círculos trumpistas, desde la caída del bloque soviético, la brecha entre Estados Unidos y el resto de los países ricos no ha hecho más que aumentar. En 1990, recién acabada la guerra fría, el PIB de EE.UU. era 1’86 veces el de Japón y 3’34 veces el de Alemania. En 2023, EE.UU. obtuvo un PIB 6’6 veces superior al de Japón y 6’11 veces al de Alemania. Pero el dato más interesante lo hallamos comparando el PIB estadounidense frente al mundo. En 1990 representaba el 25’9% del PIB mundial, que es la misma cifra referida a 2023. Con tan solo el 4% de la población mundial, Estados Unidos ha sabido preservar su cuota de crecimiento con respecto al mundo, cosa que no han hecho otros. Por ejemplo, Japón descendió de un 13’8% del PIB mundial en 1990 al 3’9% en 2023 y Alemania del 7’7% en 1990 al 4’24 en 2023[11].

Sí, esta imagen victimista de los Estados Unidos aparece ante buena parte del mundo distorsionada y cínica[12]. Estados Unidos no ha hecho otra cosa que emplear su ilimitado poder económico, su influencia diplomática y su fuerza militar para hacer lo que le ha dado la gana y defender fuera de sus fronteras sus intereses nacionales, sin que la opinión pública internacional lo limitase jamás, ni se le impidiera o escamoteara la obtención de pingües beneficios por cada dólar invertido en el exterior.

En los últimos veinticinco años, por ejemplo, EE.UU. Invadió Irak a pesar de las objeciones de otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU[13] y de las protestas de millones de personas en todo el mundo y para ello no le importó mentir descaradamente sobre la existencia de armas de destrucción masiva. Ha sancionado unilateralmente a países como Irán, Cuba o Venezuela, haciendo caso omiso de las discrepancias de sus aliados más cercanos[14]. Y, lo que resulta más ilustrativo en un mundo supuestamente globalizado, en los últimos 16 años, los Estados Unidos han venido imponiendo más medidas proteccionistas agresivas que cualquier otro país del mundo: casi 11.000, tres mil más que China en el mismo periodo[15].

Sin embargo, si bien siempre ha protegido sus prerrogativas y su libertad de actuar militarmente cuando lo ha juzgado conveniente para proteger sus intereses, Estados Unidos, al menos hasta ahora, había sabido usar la bandera de la democracia y de los derechos humanos como envoltura bajo la cual ocultar su innegable imperialismo. Esta política de mano de hierro bajo guante de seda explica por qué, ochenta años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo la primera potencia económica, tecnológica, militar y política del mundo. Los Estados Unidos han sido, son y serán grandes en los próximos años, a pesar de los tiros que la actual administración se obstine en darse[16].

Fuera de los Estados Unidos, por supuesto, la visión que se tiene de este país es otra bien distinta. Son ellos quienes han sacado un envidiable provecho del orden que impusieron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Por eso, para cualquier persona que haya vivido conscientemente los últimos cincuenta años de historia en el mundo, el discurso emanando del Movimiento MAGA es un delirio plañidero, cínicamente esgrimido por gente rica para ser más rica. Verdaderamente, para muchos, estos discursos podrían sonar ridículos, incluso cínicos, pero para otros muchos no es así. Depende de la parte del orden global que le haya tocado vivir a cada uno: si fue la de los integrados o la de los excluidos.

El problema es que la enorme riqueza generada por la macroestructura económica global no se viene repartiendo de manera equitativa y racional entre los ciudadanos. Los desheredados de la globalización en el mundo son ahora legión. Son los que perdieron su empleo por la deslocalización de la producción manufacturera, quienes han visto sucumbir su pequeña o mediana empresa ante la imposibilidad de competir con los monopolios de las gigantescas corporaciones, quienes han abandonado el cultivo de sus tierras por no poder resistir a los nuevos latifundios, costeados por los fondos de inversión globales, o a los bajos precios de las mercancías provenientes de todos los rincones del mundo. Todos han sufrido pérdidas, inermes frente a la inexistencia de cláusulas espejo en el comercio.

Pero ni el mundo, ni el libre mercado en sí, han sido los culpables de este estado de cosas, sino las reglas impuestas por las élites económicas que han venido rigiendo un orden solo liberal de nombre. La globalización ha tenido ganadores y perdedores y, en la nación más rica de la Tierra, esta diferencia se reviste de una especial indignación. Para mayor escarnio de la razón, es una parte de esa misma plutocracia global la que ahora se esconde tras el floreciente Nacional Populismo, que medra a lo largo y a los ancho del mundo e incluso lo impulsa en espera de ver incrementada su riqueza, poniendo en crisis un orden mundial que ya le sabe a poco.

En los años setenta y ochenta, previos a la desintegración de la Unión Soviética, eran las izquierdas quienes lideraban los procesos de oposición al globalismo económico y lanzaban admoniciones advirtiendo del peligro que encerraban las deslocalizaciones de las grandes transnacionales. Las izquierdas de entonces se posicionaban frente a las grandes corporaciones, al dominio mundial de la banca y a su creación incesantemente dinero-deuda. La globalización era el mal encarnado para los mandatarios comunistas, en parte porque, a caballo de la liberalización de las economías nacionales, el capitalismo se imponía al comunismo no solo por mejorar objetivamente las condiciones de vida de los pueblos, sino también al fragmentar en una miríada de clases sociales la unidad de la casta proletaria. Sencillamente, ya no eran posibles los partidos de clase. Este proceso lo supo interpretar a la perfección en España Felipe González.

Aquel fue el gran momento de Estados Unidos y de la Social Democracia en Europa, años de desarrollo y pleno empleo bien remunerado, de vivienda accesible, de conquistas sociales y estado de bienestar. Más allá de la izquierda filocomunista, aquí se compartía esa imagen de Estados Unidos como potencia hegemónica benevolente, no así en Asia, ni en África, ni en Latinoamérica, donde sus formas eran mucho más broncas y se aproximaban a las de un imperio colonial, cuyo fervoroso anticomunismo dejó cicatrices aún no curadas.

Los intelectuales de estos países no hablaban de globalismo liberal, sino de un imperialismo apenas disfrazado bajo un barniz de liberalismo. Años después de caer el muro de Berlín, leí con enorme interés los textos de James Petras[17], en especial su obra La globalización desenmascarada: el imperialismo en el siglo XXI[18]. Era el momento en el que una izquierda agonizante, si no ya difunta, se empeñaba en esclarecer las contradicciones existentes en los discursos dominantes. A principios del nuevo milenio, Petras expuso las causas de los principales problemas que acuciarían al mundo en el nuevo siglo y, en buena medida, creo que acertó de manera innegable. Lo hizo cuestionando cinco mitos que se consideraban certezas fundamentales de la globalización en el final del siglo XX[19].

Primer mito. El liberalismo es un sistema económico de implantación universal.

Para Petras, de ser cierta esta aseveración generalmente aceptada, no se hubieran mantenido altas cuotas de proteccionismo en numerosos productos agrícolas e industriales, tanto en los EE.UU. como en Europa. Así pues, el liberalismo no era una doctrina aplicada de manera libre e igualitaria, sino selectiva, y eran los EE.UU. quienes, de manera interesada, decidían dónde y en qué medida eran aplicables y cuándo no. El liberalismo de la globalización no era sino una brillante ilusión, una máscara bajo la que desde su origen se ocultaba un sistema imperial proteccionista.

Segundo mito. La globalización define el nuevo orden mundial.

Mientras se proponía este axioma tanto en Europa, como en EE.UU. e incluso en China, en el resto del mundo estallaban crisis que definían diferentes trayectorias político-económicas, que a su vez ponían de manifiesto de forma inequívoca la ausencia de un orden hegemónico globalmente aceptado, a pesar de la acción coercitiva de la potencia dominante. ¿Qué teoría del orden podría explicar la existencia de prosperidad y crisis, y sus interrelaciones? En este sentido Petras formulaba dos preguntas altamente significativas:

  1. ¿Qué teoría explica este pretendido orden mundial en el que los poderes militar y económico están concentrados en una sola nación, los EE.UU., la globalización o el imperialismo?
  2. ¿Qué grado de dominio ejercen sobre el Estado Hegemónico los principales agentes del comercio internacional y de los flujos de capital global, es decir, las corporaciones y los bancos transnacionales?

La conclusión para Petras era la existencia de una plutocracia corporativa y transnacional que regiría el orden de esa globalización, con ideas liberales en apariencia, pero monopólicas en el fondo.

Tercer mito. El capitalismo se organiza como un sistema en continua crisis.

Sobre esta cuestión, Petras se preguntaba si los problemas de estabilidad surgidos en el seno de la globalización eran realmente la consecuencia de una dinámica intrínseca al capitalismo o más bien eran el producto de las continuas reordenaciones adoptadas por las corporaciones, los bancos y las instituciones de la economía global para reorientarlo en su mayor beneficio. En otras palabras, Petras se preguntaba si tras la caída de la Unión Soviética, las continuas restructuraciones del capitalismo se habían convertido en un medio para aumentar las ganancias de las corporaciones y los bancos, disminuyendo a su vez la parte correspondiente a los asalariados, los agricultores y las pequeñas y medianas empresas nacionales.

Así pues, las crisis globales del capitalismo se sucederían de forma artificial para incrementar las ganancias. Al final de cada crisis, la brecha entre las élites y las clases ajenas al dominio del sistema se agrandaba. Esto explica tanto la mejora de los indicadores macroeconómicos para los grandes inversores como el declive de los indicadores macrosociales para las clases asalariadas, los agricultores y los pequeños y medianos empresarios.

Cuarto mito. Los regímenes socialdemócratas representan una tercera vía entre el liberalismo y el socialismo de Estado, capaz de alcanzar el deseado grado de bienestar general.

En realidad, el tiempo puso de manifiesto que la famosa tercera vía planteada por Clinton y Blair conllevaba un soterrado incremento de los recortes en programas sociales, una intensificación de guerras agresivas y una concentración de riqueza y poder en las grandes corporaciones y bancos.

El fracaso estrepitoso de la famosa tercera vía, supuso el descrédito del Estado de Bienestar como objetivo razonablemente alcanzable para las economías nacionales. Dada la desaparición del proyecto socialista tras la caída de la Unión Soviética y el fracaso de la engañosa tercera vía de corte social, demócrata y liberal, solo quedaba el supuesto modelo liberal globalista, que enmascaraba uno imperial plutocrático de corte neomercantil.

Quinto mito. Las luchas nacionales y de clase han pasado a la historia.

Ciertamente, la fragmentación de la primitiva casta proletaria en una miríada de clases sociales de intereses contrapuestos había dinamitado las bases ideológicas sobre las que se asentaba la izquierda. De hecho, creo que la izquierda es hoy por hoy solo un mito, como lo es el hombre del saco, algo con lo que espantar a la gente inocente. Pero las políticas organizadas en torno a la identidad sí han demostrado ser viables.

Según muchos defensores de la globalización, a principios del milenio, las luchas nacionalistas estaban anticuadas, pero, entonces, ¿cómo se explica el crecimiento de la comprensión patriótica del estado? Los movimientos nacionalistas basados en identidades culturales, étnicas y/o religiosas han tenido un sorprendente éxito movilizando a las masas, sin embargo, no es menos cierto que no han resuelto las crisis económicas, sino que las han intensificado, convirtiéndolas en crisis militares y políticas, incrementando con ello el socavamiento de las conquistas sociales.

Finalmente, en coherencia con estos planteamientos, Petras concluía que el liberalismo no se habría implantado jamás como doctrina económica sostenedora de la globalización y que tras de la retórica liberal se mantuvo siempre soterrada la existencia de un imperio mercantilista. El liberalismo comercial habría sido por tanto el disfraz bajo el cual ocultó su cara el imperio de una plutocracia transnacional de estructura extraordinariamente intrincada cuya urdimbre es imposible desenmarañar, pero capaz de presionar a los Estados para obtener de ellos regulaciones a su favor.

Tras la victoria en la Guerra Fría, el disfraz se hizo innecesario para esta élite dominante. Por si esto fuera poco, la primacía de ese imperialismo transnacional supuestamente liberal había dejado de permanecer incontestada con la irrupción de un exitoso capitalismo hermanado con la autocracia de origen chino. La pujanza de China demuestra a las claras que es posible el florecimiento del capitalismo sin la democracia, así pues, nos hallamos en un momento convulso, en el cual toda la tramoya que hasta ahora se hacía necesaria para mantener el orden global se está cuestionando. Una a una, están cayendo las fachadas y poco a poco va quedando al descubierto la verdadera faz de un nuevo orden.

Significativamente, aun manteniendo a una nación, los Estados Unidos, como sostén de su orden, la plutocracia global nunca fue nacionalista. El modelo chino ha puesto de manifiesto que es posible el comercio transnacional mediante corporaciones políticamente sometidas a un estado nacionalista autocrático. Esto es lo que ha cambiado. El viejo orden convive ahora con otro nuevo, en el cual no son las corporaciones las que intervienen en el discurrir de los Estados, sino al revés. Este es el orden que pretende adoptar Trump. Un imperio a la antigua, autocrático, proclamado abiertamente y sin tapujos, nacionalista y mercantilista.

Asistimos al nacimiento de nuevas formas de equilibrio mundial, con basamento en un menor número de convenciones globales y en el alejamiento de una gobernanza compartida en los ideales éticos de la democracia. Es la rebelión del Estado contra la hegemonía de la oligarquía global. En principio, podría desembocar en un orden sin restricciones para los tres Estados más poderosos de la Tierra, tres imperios que se dividirían el mundo en sendas zonas de influencia. Un mundo trilateral, con escasa cabida para la democracia. De ser esto así, su matrimonio con el capitalismo, aquel que fuera celebrado en Brenton Wood, habría llegado a su fin.

II.- Yo quiero ser como China.

Francamente, no creo que las cosas lleguen a ser así. No creo que Estados Unidos llegue a consolidar una autocracia que el permita un gobierno de la economía a la china. Los oligarcas que le acompañan han empezado a dar marcha atrás y el proyecto no avanza a la velocidad que un hombre de la edad de Trump necesita.

Si el liberalismo pudiera considerarse el punto medio de un segmento, en uno de sus extremos hallaríamos al comunismo y en el otro se situaría el mercantilismo. Para comprender qué está pasando en la actualidad, tal vez deberíamos volver a estudiar los sistemas mundo de los siglos XVII y XVIII, ni siquiera el del XIX. Desde un punto de vista histórico, el mercantilismo fue una forma de dominio en un tiempo en el que la riqueza se sustentaba en la tenencia de oro y plata. Su lógica era muy simple: considerando que la cantidad de los metales preciosos es limitada, la potencia que más oro y más plata atesorase era la más poderosa en un juego de suma cero. Todo cuanto uno podía ganar, debía ser a costa de las pérdidas de otros.

A diferencia del colonialismo decimonónico, la forma de gobierno que acompaña al mercantilismo primitivo era esencialmente medieval. No era necesario desarrollar una vasta estructura administrativa que permitiera gobernar directamente los territorios dominados. El sistema de vasallaje era más que suficiente. Cada poder subyugado podía ser plenamente soberano en su dominio y vivir tranquilo, a condición de que cumpliera la cuota de su pleitesía en sangre, dinero y especies. Es decir, pagando los tributos acordados y prestando ayuda militar cuando se le requiriese.

Si los tributos o la ayuda militar llegaran a faltar, el reticente vasallo recibía un amenazante aviso para que volviera al orden y si esto no funcionaba, entonces llovían las sanciones e incluso se procedía a la agresión militar. Porque en el mundo de los imperios mercantiles no existen los socios, ni la reciprocidad, ni el libre mercado, solo señores y vasallos, solo feroces relaciones de sumisión y dominio.

Petras vio venir el advenimiento de un mundo regido por un orden imperial mercantilista, pero era imposible que a principios de la centuria previera la llegada de factores azarosos. La aparición de Trump es uno de esos.

En lo concerniente a su comercio exterior, Estados Unidos nunca fue una república plenamente liberal y ha venido protegiendo con ferocidad una amplia gama de sus industrias, desde las manufactureras a las agropecuarias pasando por las energéticas. Solo cuando sus empresas transnacionalizadas, reubicadas en cualquier otro lugar del mundo, vendían sus productos a Estados Unidos se abren libres de aranceles las aduanas. En el caso de las importaciones agroalimentarias, por ejemplo, las historias de la United Fruit Company o de Monsanto son paradigmáticas de esto que digo. Pero cuando ha existido una competencia real, como en el caso del acero, se inventan cuotas, regulaciones, restricciones y todo un conjunto de medidas proteccionistas para dificultar el tránsito de las mercancías.

Este orden global pseudoliberal debía nutrir de poder político y militar al Estado policía, para que pudiera desempeñar su labor en el mundo, pero no era el destinatario último de la riqueza, sino las propias corporaciones transnacionales. Debemos entender que todo el comercio de las últimas décadas se ha venido efectuando bajo un cúmulo de presiones por parte de un poderoso conglomerado, mezcla de corporaciones y Estado, de mentalidad mercantilista y, por tanto, afirmar que el libre comercio ha venido rigiendo la globalización ha sido siempre inexacto. No es cierto que Trump haya traído el proteccionismo y los aranceles, poro sí los está aplicando de una forma abiertamente nacionalista, pretendiendo, al menos nominalmente, beneficiar a los ciudadanos del Estado.

El trumpismo ha segado de raíz las tradicionales ramificaciones que la plutocracia global había alojado de forma permanente en Washington. El llamado Estado Profundo: los políticos de viejo cuño republicano, los funcionarios miembros de la burocracia permanente y los poderosos lobbies representantes de las grandes corporaciones transnacionales han sido fulminantemente expulsados del Congreso y de la Casa Blanca y aún no han tenido tiempo de retomar sus posiciones.

El Congreso abunda en complacientes cortesanos, el gabinete del presidente está formado por una troupe de aficionados con un alto grado de incompetencia, un exceso de intereses económicos personales y un mal entendido sentido de lealtad hacia el líder, quien, a su vez, no es sino un hombre en el declive de su vida con buenas dosis de infantiles delirios de grandeza, mal preparado y empecinado en un proyecto para el ya no tiene tiempo.

Para completar el panorama, Trump reconoce el declive del imperio americano, pero está imposibilitado para estructurar un plan realmente sólido que le devuelva el liderazgo. Para ello sería necesario rehacer las alianzas sobre la base de un más igualitario trato con los socios. Pero el nuevo presidente es incapaz de pactar en reciprocidad, porque tal cosa representa, según lo entiende, reconocer una pérdida de primacía. Por eso necesita imponerse, por eso solo habla desde la extorsión. Pero su amenaza no se ejerce desde una posición de auténtica fuerza, sino desde una patética debilidad.

Se trata de un intento neurótico de reafirmación, no de una serena manifestación de superioridad. Necesita escenificar el mundo tal y como lo desea, intentando deslumbrar a todos con la espectacularidad de su tramoya. Pero el mundo no se obnubila en la contemplación de los traumas infantiles, por más que las rabietas puedan causar un caos momentáneo, y peligroso. Trump pretende situar a los antiguos socios en una posición de vasallaje, donde han de permitir ser exprimidos para obtener un reconocimiento que confunde la razón de Estado con la satisfacción personal. Me están besando el culo, decía no hace mucho al referirse a los Estados que pretendían acuerdos arancelarios[20]. ¿Hacen falta más pruebas de lo que digo?

Más allá del plano freudiano, la anécdota pone de relieve la forma en que considera las relaciones con los otros Estados: una actividad cuyo resultado ha de ser positivo para sí mismo, viniendo siempre acompañada de una exhibición de poder. No basta ganar, es necesario hacerlo humillando al interlocutor mediante un alarde de dominio incontestable. Chinos y estadounidenses comparten ahora una abierta inclinación hacia el imperialismo mercantilista, pero, a diferencia del histerismo trumpista, al menos, hemos de reconocer la discreción de los asiáticos.

En 2017, durante una reunión con el presidente de Panamá, Trump se quejó de que cobraba demasiado a la U.S. Navy por hacer uso del canal. Lo que los panameños cobraban en ese momento era una tarifa plana de un millón de dólares al año, cifra que representaba un 0,00017% del presupuesto del Pentágono para ese año[21]. Pero eso a Trump no parecía importarle lo más mínimo y extorsionó al pequeño país centroamericano, al igual que lo ha hecho al inicio de su segundo mandato, hasta obtener un descuento. El tema aún colea y ahora ha desplegado un espectacular alarde militar para escenificar la defensa de los intereses patrios contra una supuesta ocupación china. Ridículo, descabellado, desproporcionado, como matar moscas a cañonazos, todo con tal de llamar la atención del mundo[22].

Este procedimiento, propio del mercantilismo más odioso, se puso obscenamente de relieve cuando el pasado 15 de marzo un periodista de la publicación The Atlantic fue convocado a una reunión de alto secreto, celebrada por cierto en una plataforma pública, Signal, para acordar el ataque a las posiciones hutíes en el Yemen. Más allá de la evidente chapuza de seguridad y del derroche de incompetencia por parte de los convocantes ―todos altos cargos de la administración Trump―, pudimos enteramos sin ambages de la opinión que la plana mayor de exteriores mantiene hacia quienes, hasta ahora, han sido los socios más estrechos de los Estados Unidos en los últimos ochenta años. Pero, recuerden, ya no hay socios, solo vasallos a los que esquilmar.

Los funcionarios de Trump ensalzaron el papel tradicional de Estados Unidos en la vigilancia de las rutas marítimas, pero, en un momento determinado de la conversación, expresaron sus quejas y su desprecio hacia la supuesta falta de acción europea.

«JD Vance

@Pete Hegseth si crees que deberíamos hacerlo, vamos.

Odio tener que rescatar a Europa otra vez.

8:45 am

Pete Hegseth

VP: Comparto plenamente tu odio hacia los gorrones europeos. Es patético.

Pero Mike tiene razón: somos los únicos en el planeta (de nuestro lado) que podemos hacerlo. Nadie más está ni cerca. La cuestión es el momento oportuno. Creo que ahora es un momento tan bueno como cualquier otro, dada la directiva del presidente de Estados Unidos de reabrir las rutas marítimas. Creo que deberíamos ir; pero el presidente aún conserva 24 horas de margen de decisión.

8:49 am

SM (Iniciales de Stephen Miller, subjefe de gabinete de la Casa Blanca).

Según tengo entendido, el presidente fue claro: luz verde, pero pronto les explicaremos a Egipto y a Europa qué esperamos a cambio. También debemos determinar cómo hacer cumplir dicho requisito. Por ejemplo, si Europa no paga, ¿entonces qué? Si Estados Unidos logra restaurar la libertad de navegación a un alto precio, es necesario obtener algún beneficio económico adicional a cambio.

9:35 am»[23]

Resulta esclarecedor escuchar a los mandarines del imperio planear el uso de la fuerza al tiempo que echan cuentas pensando en obtener beneficios económicos por el servicio. Por otro lado, aunque la realidad no parece ser conocida por los mandatarios de Trump, la supuesta inacción europea es, simplemente, mentira. Los europeos han hecho una contribución significativa para mantener abiertas las rutas comerciales del Mar Rojo, por más que el insigne cabo periodista de los marines y actual vicepresidente de los Estados Unidos se empecine en ignorarlo.[24]

El fallo en la seguridad de la reunión también nos permitió conocer la dificultad de los dirigentes trumpistas para discernir entre los amigos y los enemigos de Estados Unidos. Quienes no han contribuido en nada a la operación han sido Rusia y China, a pesar de que ambas naciones, China en particular, se benefician del flujo comercial global a través del estrecho de Bab-al-Mandeb. Nada dijeron sobre ello, pero tanto Pekín como Moscú son, todos lo sabemos, aliados esenciales de los hutíes a través de Teherán. Rusia ha brindado asistencia para localizar objetivos, que no son otros sino los barcos comerciales en tránsito y los propios barcos de guerra destacados por los aliados[25]. Pero los colaboradores de Trump nada dijeron de este pequeño detalle, hechizados seguramente con el idilio que su jefe mantiene con el zar de todas las Rusias. Tampoco se escuchó ni una sola palabra sobre la actuación de China en el conflicto, ni sobre el hecho de que sea el comprador del 90% de las exportaciones petroleras de Irán, dinero con el que, en última instancia, se financia a los hutíes.[26]

El chat de Signal confirma lo que ya parecía evidente, que Trump es mucho más amable con Rusia, el enemigo tradicional de Estados Unidos, que con sus aliados de la OTAN, a quienes ha incluido por supuesto en su guerra arancelaria[27]. El chusco episodio del «chat secreto en Signal» es la prueba más reveladora de la profunda animosidad contra las relaciones de reciprocidad que mantienen tanto Trump como sus colaboradores, algo no visto desde el aislacionismo USA en la década de los ’30.

Si consideramos que el principal antagonista de Estados Unidos es China, la política proteccionista frente al gigante asiático podría considerarse una respuesta previsible. Cuando Trump tomó medidas de este tipo contra China en 2017, no formaban parte del discurso dominante en Washington, pero la administración Biden continuó con esa política iniciada por Trump e incluso profundizó en ella significativamente. Regresado al poder el magnate neoyorkino, la defensa contra el expansionismo económico chino ha pasado a ocupar un lugar central en la Casa Blanca.

Dado el comportamiento desleal que ha venido sosteniendo el régimen de Pekín, manifiestamente mercantilista. Presionar para que adecúe su producción a las reglas del comercio global en el marco de la OMC y para que disminuya el grado de su autarquía y aumente sus compras, parecen objetivos razonables. Pero una labor de este tipo debería pasar por sumar todas las fuerzas posibles frente al gigante asiático.

Sería razonable haber intentado crear una zona real de aranceles cero, un «mercado común» que, con EE.UU. como pivote, intentase integrar a Canadá, a la UE y al Reino Unido hacia el oeste, mientras que por el este englobase a Japón, a Corea del Sur y Australia. Así mismo parecería razonable intentar atraer a Latinoamérica y la India. Una gigantesca zona de libre comercio capaz de doblar el brazo a Xi Jimping.

No sería una empresa sencilla, desde luego, pero de conseguirse al menos la plena unidad arancelaria hacia el oeste, cosa no tan difícil con un liderazgo proactivo, el poder comercial de este mercado euroamericano haría más factible domeñar las inclinaciones nacional-mercantilistas de China.

Pero Trump no ha hecho nada de esto. No se lo ha planteado jamás, ni siquiera antes de ser presidente. Desde que se abrió paso entre la jet set neoyorkina y comenzaron a hacerse públicas sus opiniones, siempre ha mostrado una visión muy estrecha del mundo. Ante la imposibilidad de entender la complejidad de la economía global e impulsado por un, en nada pequeño, complejo de superioridad, eligió despreciar las ideas complejas e inalcanzables a su comprensión por otras de más fácil asimilación y entendimiento.

La admiración por la sociedad decimonónica, hermética, refractaria a las ideas y las personas provenientes de fuera, provinciana, y la inclinación hacia una economía en consonancia, igualmente cerrada, autárquica, autosuficiente, ha llenado desde los años ’80 su pensamiento político. En definitiva, Trump, desde hace mucho tiempo, está convencido de las bondades del modelo nacional mercantilista.

Llegado al poder, ha reclutado a proteccionistas de pro, como Scott Bessent, actual Secretario del Tesoro, o como Peter Navarro, nombrado consejero principal de comercio y fabricación. Es muy, muy difícil que Trump varíe la orientación de su política, porque no da más de sí, ni quiere ni sabe hacer otra cosa. Así pues, eso tendremos hasta que se vaya.

Si la posesión de oro y plata era el factor determinante del primitivo mercantilismo, para el contemporáneo lo es la tenencia de tejido industrial, en cuanto es fuente de riqueza y, en definitiva, de predominio. La demanda de sus productos limita su número, lo que hace que las industrias estén sometidas a una cierta escasez. No pueden reproducirse como setas, por eso, como en los siglos pasados el oro, la industria marca el sentido del nuevo mercantilismo y del juego de suma cero.

La guerra de aranceles para Trump no es más que un medio para conseguir el regreso de las industrias deslocalizadas y la venida de otras que deseen abastecer la demanda del mercado estadounidense. Ese es el objetivo, no lo olvidemos.

Como en el pasado era vital hacerse con el oro, ahora se trata de hacerse con toda la producción posible para abastecer todos los mercados. En resumen, ser como China.

Para desgracia de los estadounidenses y fortuna del resto, Trump no podrá obtener ventaja de su torpe enfrentamiento contra el mundo. Mientras amenaza a otros países, la mayoría de ellos viejos amigos, aliados y socios, los Estados Unidos van perdiendo el capital de confianza generado durante ochenta años de política exterior coherente. ¿Qué país querrá avenirse con los extorsionadores de Washington? Ni siquiera los chinos despiertan tanta aversión. Poco a poco, la imagen del enemigo ira cambiando de ubicación, los rusos y los chinos ya no estarán solos en el papel de malos, los nuevos inquilinos de la Casa Blanca los acompañarán en este destacado rol.

Escribiendo estas líneas y dentro de su habitual histrionismo, Trump ha decretado una tregua de 90 días en su agresión arancelaria, según él, para que el mundo reflexiones sobre su conducta. En realidad, sin lugar a dudas, se ha visto obligado a ello dada la amenaza lanzada por China sobre la deuda pública americana[28]. Sea como fuere, la pausa arancelaria ofrece la primera oportunidad real para reactivar las negociaciones comerciales entre la UE y EE. UU.

He de admitir que la noticia del alto en la locura de los aranceles, sumada a la anunciada visita de Meloni a la Casa Blanca, abre una ventana a la oportunidad de poner sordina al desvarío de Trump. La primera miniostra italiana asegura que no va a Washington para «hablar de lo suyo», sino como embajadora oficiosa de la Unión Europea. Su intención al parecer es entablar una primera toma de contacto para hablar sobre la necesidad de crear un frente un frente económico occidental unificado, con la intención de contrarrestar la expansión industrial global de China.

Coincide esto con la idea recientemente sugerida por Elon Musk[29], abordar una negociación que vaya más allá del déficit comercial estadounidense con Europa y tratar de construir una alineación estratégica transatlántica, una alianza industrial euroamericana posicionada como alternativa a la dependencia de la producción china[30]. Estaremos atento a esta reunión a partir del 17 de abril, ya veremos, pero, de momento, soy escéptico. ¿Más globalismo? ¿Plantear una relación de reciprocidad con la Unión europea? Me cuesta creerlo. Creo que Trump solo quiere que las empresas se instalen en suelo estadounidense y de esto no saldrá. Ojalá me equivoque.

En fin, mientras el resto de las naciones mantenga la calma y los aranceles no se levanten en otras fronteras diferentes a las de EE.UU., la tormenta pasará tras la desaparición del aprendiz de autócrata y otro presidente venga a encauzar las aguas. No creo que sea como hasta ahora, pero eso da una oportunidad para que vaya a mejor.

El peligro se halla en desatar entre otros países las fuerzas del nacionalismo agraviado y del proteccionismo. La rebelión de Estados Unidos contra el orden global parece ser contagiosa. Muchos son quienes contemplan el regreso a un orden nacional mercantilista como una oportunidad de oro para medrar en política, aunque sea a costa de rendir pleitesía a los imperios dominantes y satisfacer los deseos anales del Sr. Trump.

El ideario político que sustentaba la Pax Americana, construido en torno a las creencias éticas compartidas en la democracia, el libre mercado y el Estado de derecho, corre riesgo de resquebrajarse en el seno de muchas democracias que se pensaban totalmente consolidadas. No obstante, si Europa Occidental logra defender el orden global en democracia, ahondando en el libre mercado y la unidad política, hasta que Estados Unidos regrese de sus vagabundeos autoritarios, veríamos alejarse esta situación que, de prolongarse mucho en el tiempo, podría dañar, incluso destruir, el mundo que Estados Unidos creó. Un mundo lejos de la perfección y para nada carente de injusticia y violencia, pero más estable, más próspero y más libre que cualquier otro que la humanidad haya conocido. Volver al mundo similar al existente con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial no parece una opción deseable.

El desafío ya no consiste solamente en maniobrar frente a China y a Rusia, manteniendo cierto grado de independencia junto a los Estados Unidos. Japón, Corea del Sur y Canadá han sido tratados como países hostiles. Mientras que Australia y el Reino Unido quedan reducidos a la irrelevancia. En cuanto a la tristemente mal llamada Unión Europea, parece ser que, hoy por hoy, solo se trata de una mera coalición de naciones en algún lugar indeterminado entre la confederación y el federalismo. Sin proyecto de futuro, sin fe en sí misma, excesivamente confiada en que la leche en polvo americana jamás dejará de venir desde Washington. Una Europa perezosa, sumida en la estulticia durante los últimos 40 años, carente de liderazgo, indolente, autosatisfecha e incapaz de ver que el tiempo de las vacas gordas estaba llegando a su fin sin que lograra despertar de su molicie y luchar para que su imaginada pujanza estratégica se hiciera realidad.

Tal vez existiera un tiempo en que la democracia estadounidense fuera indispensable, según la ya citada expresión de Madeleine Albright, pero en estos momentos Europa debe encontrar la manera de lidiar con el abandono de Washington, fugitivo de su cargo como guardián del orden global y transformado en un monstruo alucinado, que se pasea frente a las naciones con un arma cargada de amenaza y una mirada preñada de resentimiento y de furia.

Es tiempo de despertar, de creerse en serio a Europa y de luchar a brazo partido para llegar a unos Estados Unidos de Europa, un estado fundado en una cosmópolis emanada del ideal kantiano, una unión de naciones hermanadas bajo un mismo ideal ético: la democracia.

Si no llegamos a eso más pronto que tarde, podemos ir despidiéndonos de nuestra forma de vida, de nuestras libertades y nuestra prosperidad, esclavos del imperio que nos toque.

 

NOTAS.

[1] La idea de que los países más ricos enviaran ayuda a las naciones pobres surgió a finales de los ‘60, cuando las noticias de las crisis humanitarias alcanzaron audiencias masivas en las televisiones. Los estadounidenses pudieron ver, casi en directo, cómo morían de hambre los niños en Biafra, una región al sur de Nigeria rica en petróleo que, habiéndose intentado separar del Estado federal, se hallaba bloqueada por las tropas del gobierno. Enormes manifestaciones exigieron a la administración Nixon que interviniera. Fruto de esta presión, se acabó creando el mayor puente aéreo no militar visto jamás. Un cuarto de siglo después de Auschwitz, aquel acto de humanidad ofreció al mundo una nueva esperanza. Transcurridos ahora más de 50 años desde la guerra de Biafra, merece la pena hacer una reflexión tras la lectura del siguiente artículo: Swanson, Ana. «Why trying to help poor countries might actually hurt them», en: The Washington Post, 13/10/2015. Disponible en: Por qué intentar ayudar a los países pobres podría en realidad perjudicarlos | The Washington Post

[2] La pobreza extrema, es decir, la de quienes viven por debajo del umbral de los 2,15 dólares ―paridad de poder adquisitivo de 2017—, disminuyó 50 puntos porcentuales en 70 años, pasando del 58’5% en 1950 al 8’1% en 2020. Datos extraídos del informe emitido por el Banco Mundial. «Estimates of global poverty from WWII to the fall of the Berlin Wall», en: World Bank Blogs, 23/11/2023. Disponible en: Estimaciones de la pobreza mundial desde la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín | World Bank

[3] Redacción. «Por qué la globalización está en la cuerda floja (y qué puede venir)», en BBC Mundo Noticias, 26/03/2023, Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-64945852

[4] Clinton, Hillari. «Thinking about Global Leadership – ‘A New American Moment’», en: Centre for International Governance Innovation, s/f. Disponible en: Reflexiones sobre el liderazgo global: «Un nuevo momento estadounidense» | CIGI

[5] «Now there should be no mistake. Of course this administration is also committed to maintaining the greatest military in the history of the world and, if needed, to vigorously defend ourselves and our friends.» Clinton, Hillari. «A Conversation with U.S. Secretary of State Hillary Rodham Clinton», en Council on Foreign Relations, 08/09/2010. Disponible en: Una conversación con la Secretaria de Estado de EE. UU., Hillary Rodham Clinton | Council on Foreign Relations

[6] «I see it on the faces of the people I meet as I travel ―not just the young people who still dream about America's promise of opportunity and equality, but also seasoned diplomats and political leaders who, whether or not they admit it, see the principled commitment and can-do spirit that comes with American engagement.» Clinton, Hillari. «A Conversation with U.S. Secretary of State Hillary Rodham Clinton», en Council on Foreign Relations, 08/09/2010. Disponible en: Una conversación con la Secretaria de Estado de EE. UU., Hillary Rodham Clinton | Council on Foreign Relations

[7] «And now, after years of war and uncertainty, people are wondering what the future holds at home and abroad. So let me say it clearly: the United States can, must and will lead in this new century. Indeed, the complexities and connections of today's world have yielded a new American moment, a moment when our global leadership is essential, even if we must often lead in new ways, a moment when those things that make us who we are as a nation -- our openness and innovation, our determination and devotion to core values -- have never been more needed. This is a moment that must be seized through hard work and bold decisions, to lay the foundations for lasting American leadership for decades to come.» Clinton, Hillari. «A Conversation with U.S. Secretary of State Hillary Rodham Clinton», en Council on Foreign Relations, 08/09/2010. Disponible en: Una conversación con la Secretaria de Estado de EE. UU., Hillary Rodham Clinton | Council on Foreign Relations

[8] El discurso, íntegro, puede hallarse en la página oficial de la Casa Blanca, disponible en la siguiente dirección: https://www.whitehouse.gov/remarks/2025/01/the-inaugural-address/

[9] Trump ha llegado a la Casa Blanca asegurando que son los impuestos de los estadounidenses los que han costeado la riqueza del mundo. Que los dólares han salido del país a toneladas para sufragar la opulencia de los europeos y los chinos y que, prácticamente, es el dinero de sus pensiones el que lo sostiene todo. El inverecundo lamento de la administración Trump no queda ahí. Según parece, es el sacrificio desinteresado de sus hijos e hijas, los que mantienen el orden global. La Pax Americana, el orden internacional basado en las reglas de Bretton Woods, descansa, según los pregoneros del MAGA, sobre los hombros de la clase trabajadora y la clase media, muchas de cuyas familias habrían perdido hijos y se han roto para que el sistema funcione. Son los jóvenes de Estados Unidos quienes patrullan en el Hindu Kush y están en Rumanía con la 101 División Aerotransportada. Alrededor de 200 000 soldados están estacionados en Japón, en Alemania, en Corea del Sur, Italia, Reino Unido, Afganistán o en Bahréin, en el medio oriente y en África. Miles de marinos estadounidenses se hallan de guardia en los grupos de batalla en el Mar Rojo para mantener el Canal de Suez abierto para el comercio de China con Europa. No se imputa al afán predatorio de EE.UU. tales esfuerzos y sacrificios, sino al resto del mundo. Sobre estos asuntos me parece interesante la lectura de: Herrera Santana, David. «El repliegue de tropas de Estados Unidos en el mundo: declive relativo, reajustes estratégicos y unilateralismo operacional en el siglo XXI», en: Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, 16/01/2025. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1909-30632021000200097#B14

[10] Véase el texto en: «Opening Remarks by Secretary of State-designate Marco Rubio Before the Senate Foreign Relations Committee», en: U.S. Department of State, 15/01/2025. Disponible en: Palabras de apertura del Secretario de Estado designado, Marco Rubio, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado

[11] Estos datos pueden consultarse en la página web del World Bank Group, disponible en: https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD?locations=DE-JP-US Por no hablar de las muchas tecnologías de futuro que Estados Unidos lidera. Sobre estos temas recomiendo la lectura de: Zakaria, Fareed. «Is the U.S. a patsy? The premise of ‘America First’ is bizarre», en: The Washington Post, 24/01/2025. Disponible en: ¿Es Estados Unidos un títere? La premisa de «América Primero» es extraña | The Washington Post

[12] Zakaria, Fareed. «Is the U.S. a patsy? The premise of ‘America First’ is bizarre.», en: The Washington Post, 24/01/2025, Disponible en: ¿Es Estados Unidos un títere? La premisa de «América Primero» es extraña | The Washington Post

[13] Tagliabue, John. «France and Russia Ready to Use Veto Against Iraq War», en: The Newe York Times, 06/03/2003. Disponible en: Francia y Rusia dispuestas a ejercer su derecho de veto contra la guerra en Irak | The New York Times

[14] Galant, Michael. «US Sanctions Policy: Frequently Asked Questions», en: Center for Economic and Policy Research, 25/02/2025. Disponible en: Política de sanciones de EE. UU.: Preguntas frecuentes | Center for Economic and Policy Research Kelemen, Michele. «Allies Disagree With U.S. On Sanctions Against Iran», en: NPR, 21/09/2020. Disponible en: Los aliados discrepan con EE.UU. sobre las sanciones contra Irán | NPR

[15] Estos datos pueden consultarse en la página web de Global Trade Alert, disponible en: https://www.old.globaltradealert.org/global_dynamics/area_all

[16] Sobre el futuro de los USA, me parece interesante la reflexión que ofrece el siguiente artículo: Porter, Eduardo. «What happens after Trump blows up the world order», en: The Washington Post, 26/03/2025. Disponible en: ¿Qué sucederá después de que Trump haga estallar el orden mundial? | The Washington Post

[17] Una colección íntegra de los textos de este autor puede hallarse en: https://lafogata.org/recopilacion/listadopetras.htm

[18] Petras, James. y Veltmeyer, Henry. La globalizacion desenmascarada: el imperialismo en el siglo XXI, Madrid: Popular, 2002.

[19] Una síntesis del pensamiento de Petras puede hallarse en la magnífica entrevista que le hiciera Jorge Loras. Véase, Lora, Jorge. «El concepto de imperialismo neoliberal no es válido, estamos en una transición ya consumada del neoliberalismo al imperialismo neo-mercantilista de Estados Unidos» (Entrevista realizada a James Petras en el Foro Social Mundial de Porto Alegre), 26 de marzo de 2002. Disponible en: https://lafogata.org/recopilacion/petras62.htm

[20] Anónimo. «Trump se mofa de los países que piden negociar los aranceles: “Me están besando el culo”», en: El País, 09/04/2025. Vídeo disponible en: https://elpais.com/videos/2025-04-09/trump-ante-la-entrada-en-vigor-de-los-aranceles-estos-paises-nos-estan-llamando-besandome-el-culo.html

[21] Informe. Department of Defense (DoD) Releases Fiscal Year 2017 President’s Budget Proposal, en: U.S.Department of Defense, 9/02/2016. Disponible en: El Departamento de Defensa (DoD) publica la propuesta de presupuesto del Presidente para el año fiscal 2017 | U.S.Department of Defense

[22] Abi-Habib, María. «Panama Wants to Preserve U.S. Alliance, but Trump Could Push It Closer to China», en: The Nw York Times, 15/01/2025. Disponible en: Panamá quiere preservar alianza con EE. UU., pero Trump podría acercarla a China | The New York Times

[23] Los mensajes que se muestran aquí son una transcripción traducida de lo escrito en el artículo de The Atlantic sobre la cadena de texto. Goldberg, Jeffrey. «The Trump Administration Accidentally Texted Me Its War Plans», en The Atlantic, 24/03/2025. Disponible en: La administración Trump me envió accidentalmente un mensaje de texto | The Atlantic Una transcripción comentada de este artículo puede leerse en: Editorial. «The Leaked Signal Chat, Annotated», en The New York Times, 26/03/2025. Disponible en: El chat filtrado de Signal, anotado |The New York Times

[24] Los participantes en el foro, todos ellos altos responsables de la política exterior made in USA, parecían ignorar que en diciembre de 2023, un mes después del inicio de los ataques hutíes, el Departamento de Defensa de EE.UU. anunció una iniciativa multinacional conocida como operación Prosperity Guardian, con la misión de proteger la navegación comercial en el Mar Rojo, (Link aquí para ampliar información). A Estados Unidos se unieron Baréin, el Reino Unido, Canadá, Francia, Italia, Países Bajos, Noruega, España, Seychelles y, más tarde, Singapur y Sri Lanka. Prosperity Guardian se concibió como una operación defensiva, de ahí que otro grupo de aliados de EE.UU. se coaligara en la llamada operación Poseidon Archer. A principios de enero de 2024, Estados Unidos y el Reino Unido llevaron a cabo ataques contra posiciones hutíes en el Yemen, con el apoyo de Australia, Baréin, Canadá y los Países Bajos. Algunas naciones europeas se sentían incómodas con el liderazgo estadounidense, temiendo que su enfoque fuera excesivamente agresivo y pudiera desencadenar una guerra más amplia. Por ello, la Unión Europea se distanció de la Prosperity Guardian y lanzó su propia misión, la Operación Aspides, (Link aquí para ampliar la información). Dicha misión incluye barcos de Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Italia y España. Prosperity Guardian y Aspides frustraron 150 ataques hutíes en 2024, mientras que a Poseidon Archer se le atribuyó la reducción del nivel general de ataques.

[25] Faucon, Benoit. ; Grove, Thomas. «Russia Provided Targeting Data for Houthi Assault on Global Shipping», The Wall Street Journal, 24/10/2024. Disponible en: Rusia proporcionó datos sobre los objetivos del ataque hutí a un barco de transporte marítimo mundial | The Wall Street Journal

[26] Karnitschnig, Matthew. «How China ended up financing the Houthis’ Red Sea attacks», en: Politico, 28/03/2024. Disponible en: Cómo China acabó financiando los ataques hutíes | Politico

[27] Francis, Ellen, ; Javaid, Maham. ; McCoy, Terrence. «E.U., Canada retaliate against Trump’s tariffs as trade war escalates», en: The Washington Post, 12/03/2025. Disponible en: La UE y Canadá toman represalias contra los aranceles de Trump mientras se intensifica la guerra comercial | The Washington Post Como escribió en «X» Mike Martin, miembro del Comité Selecto de Defensa de la Cámara de los Comunes: «El vicepresidente y el secretario de Defensa de EE. UU. detestan a Europa e intentan extorsionarla. Me pregunto cuántas pruebas más necesita el gobierno del Reino Unido de que Trump y compañía son profundamente poco fiables». Boot, Max. «The real scandal: Those chatty Trump officials’ loathing of U.S. allies», en: The Washington Post, 26/03/2025. Disponible en: El verdadero escándalo: el odio de esos locuaces funcionarios de Trump hacia los aliados de Estados Unidos | The Washington Post

[28] Rosas, Paula. «Por qué son tan importantes para la economía global los bonos del Tesoro de EE.UU. (y qué papel tuvo su caída en que Trump pausara los aranceles)», en: BBC News Mundo, 10/04/2025. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/articles/cx2779drlweo ; Siegel, Rachel. ; Stein, Jeff. ; Gregg, Aaron. «Trump announces pause in ‘reciprocal’ tariffs for all countries but China», en: The Washington Post, 09/04/2025. Disponible en: Trump anuncia una pausa en los aranceles "recíprocos" para todos los países excepto China | The Washington Post ; Von Drehle, David. «The bond market plays its winning hand», en: The Washington Post, 11/04/2025, Disponible en: El mercado de bonos juega su mano ganadora | Thee Washigton Post

[29] Bubola, Emma. «Musk Says He Hopes Europe and U.S. Move to a ‘Zero-Tariff Situation’», en: The New York Times, 05/04/2025. Disponible en: Musk dice que espera que Europa y Estados Unidos pasen a una situación de aranceles cero | The New York Times

[30] Véase: Peretti, Alessia. «Inside Meloni’s strategy ahead of her meeting with Trump», en: EURACTIV, 11/04/2025. Disponible en: Dentro de la estrategia de Meloni antes de su reunión con Trump | EUROACTIV

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios