
Constantino Brumidi, 1865, Apoteosis de Washington, (fragmento).
I.- Una coronación escindida.
Para Donald Trump, las relaciones humanas se mueven en el entorno del poder. En consecuencia, comprende el mundo según una configuración binaria, establecida sobre relaciones de dominación y sumisión. Para el hombre que siempre ha pretendido ser, es preciso figurar entre los primeros, continuamente, a cualquier precio.
En la ocasión de su segunda investidura, la tormenta de nieve habida la noche anterior y el intenso frío de la mañana facilitaron la escenificación velada de tales convicciones. Nunca el contraste entre la condición de los dominadores y los dominados se hizo más evidente en los ceremoniales de investidura, porque en esta ocasión fueron celebrados en dos espacios diferentes. Dos eventos discontinuos, inconexos, marcando claras diferencias de estatus entre los llamados a cada acto.
Los ricos asistieron a la exclusiva ceremonia celebrada en la Great Rotunda del Capitolio, con la apoteosis de George Washington como testigo desde lo alto de su impresionante cúpula.
Mientras las élites iban dándose cita transportadas en convoyes de confortables limusinas blindadas. Los leales votantes de a pie, fueron llegando en peregrinación a la capital de la república. Venían desde todos los puntos del Estado, en trenes, en autobuses alquilados y en vuelos de clase turista. Llegaban llenos de ilusión, enarbolando banderas y engalanados son el aditamento del merchandising trumpista. A la hora señalada para la investidura, los sufridos fans fueron ocupando las gradas del Capital One Arena, habitual contenedor de encuentros de hockey, de baloncesto, de patinaje, de lucha libre y de multitudinarios conciertos ofrecidos por rutilantes estrellas. ¿Qué lugar puede haber más popular en el DC?

Las gradas del recinto se hallaban repletas de gorras rojas con el acrónimo «MAGA» estarcido en letras blancas, gorros de lana azul con la bandera de la Unión estampada y algún que otro asistente disfrazado de Tío Sam.
La ceremonia de jura, el discurso y demás actos protocolarios, incluido el almuerzo en el Capitolio, fueron trasmitidos en directo a través de las pantallas gigantes del polideportivo. A ellas miraban los asistentes con sus caras alzadas en sonrisas, intentando participar de una gloria lejana, solo vivida en directo por los elegidos.
Mientras la élite almorzaba en ágape de elegantes mesas capitolinas, la hinchada hubo de mantener firme los ánimos a base de hamburguesas, perritos calientes, alitas de pollo adobadas y alguna que otra cerveza.
Los inquebrantables fans hubieron de esperar durante horas la llegada de su ídolo. En la prolongada espera, podían leer en las pantallas el listado de las recepciones de gala, organizadas en ho--
nor de Trump por personas como Mark Zuckerberg, quien le prohibió usar Facebook durante dos años. O como Jeff Bezos, propietario de The Washington Post, un medio que, hasta ahora, ha mostrado una actitud crítica hacia el populoso Trump. O conocían la existencia de unas botellas conmemorativas creadas por Coca-Cola, la marca que calificó de barbarie los hechos del 6 de enero. Esos eran los mismos magnates que ahora rendían pleitesía al nuevo presidente y se mostraban amigos del MAGA. Ver para creer. Pero la buena gente es de memoria frágil para este tipo de cosas y todo lo perdona. O tal vez no sea así. Tal vez acepte la tregua del enemigo y espere a ver qué pasa.
Por fin, tras finalizar el almuerzo en el Capitolio y en horario de máxima audiencia televisiva, hizo su aparición en el Capital One Arena el vicepresidente, J.D. Vance con su esposa Usha y sus dos hijos, el menor de ellos en los brazos de su padre. Qué bella imagen de familia. Acomodado el vicepresidente y su prole, tras un breve lapso de tiempo, apareció Trump y el pabellón se vino abajo. Una ovación atronadora, gritos entusiastas y silbidos de júbilo. Todo el repertorio de las usuales expresiones debidas a una estrella del espectáculo. Así trata el pueblo a su presidente y así lo siente como uno de los suyos.
La superestrella venia acompañado de la primera dama, Melania, vestida de negro impoluto y con sombrero al más puro estilo spaguetti westerm, tapándose los ojos como los pistoleros, para ocultar al mundo el objeto de sus miradas. Precedido de fanfarria y marcha presidencial lo vimos descender la grada, mientras 20.000 almas entregadas no dejaban de atronar en el recinto. El líder saludaba a izquierda y derecha, estrechando manos y escuchando paciente las cuitas de sus fieles hasta quedar entronizado en el lugar principal de una grada de tres pisos. A su derecha quedaba el vicepresidente, a su izquierda, la enlutada dama. Detrás se ubicaban los miembros de la familia. Todos quedaron exhibidos como un victorioso clan, preclaro ganador del orbe[1].
En honor al presidente, un desfile de coloridas bandas recorrió la cancha del Arena, tocando animadas marchas al son de la percusión y los metales. Sus atuendos eran toda una declaración estética del sentido político dado al evento. Morriones llenos de plumas, uniformes cargados de galones, hombreras, brillantes botones y demás ringorrangos. Policías, bomberos, militares y estudiantes de secundaria desfilaban. Al final, en la megafonía sonaría el YMCA de los Vilage People, la gente del pueblo. ¿Puede haber algo más genuinamente americano? No puede mostrarse de forma más clara. Y cómo parecía disfrutar el presidente del espectáculo. One of ours, sí, un hombre del pueblo, uno más de entre ellos, indudablemente. Incluso la misteriosa dama de negro a su lado pareció animarse y dio señales de vida moviendo la cabeza bajo el sombrero. ¡Dios bendiga a América!
Tras los maravillosos desfiles, vinieron los discursos. Trump se explayó presentando a su encantadora familia e hizo un elogio encendido de cada uno de sus miembros, agradeciendo colmado de dicha los valiosos apoyos recibidos de sus hijos. A family man, ¿Qué duda cabe? También resaltó, nuevamente, que será el presidente durante el próximo Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos. Cómo podría faltar el panem et circenses ante su público.
Pero la apoteosis de la gala llegó cuando el divo se dispuso a firmar las órdenes ejecutivas, la exhibición del poder del pueblo ante un pueblo en comunión con su ídolo. Toda la atención se depositó en la mesita escuálida de aspecto colonial, sobre la que iban a ser firmadas las primeras disposiciones de su mandato. Como si tal cosa, literalmente de un plumazo, deshizo lo hecho por Biden, retiró a Estados Unidos de los acuerdos climáticos de París, declaró la emergencia energética nacional, estigmatizó a los inmigrantes, declaró terroristas a los traficantes de droga, puso fin a las ayudas del gobierno a la diversidad, la igualdad y la inclusión, congeló las nuevas contrataciones del gobierno federal y obligó a sus funcionarios a volver al trabajo presencial, aunque muchos no sabrán dónde. Ah,, y declaró por decreto la existencia de dos géneros. Así una tras otra fue mostrando ante sus fieles las órdenes firmadas y, en cada ocasión, un clamor de entusiasmo rugía en las gradas. Como si el equipo de casa hubiese marcado un tanto al visitante, siendo los visitantes quienes no gocen con el espectáculo. La otra mitad del país, aproximadamente[2].
Cada firma era un gesto de reafirmación del pacto establecido entre el líder y los suyos, los sufridos votantes. Acostumbrado a empatizar íntimamente con sus ídolos en la íntima lejanía de los espectáculos masivos, John Nobody se atribuía una parte de la gloria en cada firma. Su líder cumplía las promesas que le fueron hechas. Era como si él mismo firmara las órdenes, como si el líder no fuera sino una encarnación de su voluntad y una prolongación de su propia mano. El líder describió los objetivos y aceptó la encomienda de lograrlos, poco importa si los caminos son tortuosos o las metas son espurias. Tanto da, porque la verdad se ha escrito ahora y así ha de cumplirse en adelante. Al fin y al cabo, la certeza tiene que ver con el poder experimentado en el ejercicio triunfante de la voluntad. Qué intensa eucaristía.
De esta forma, mediante este aparente acto populachero, pero en nada improvisado, personas que jamás disfrutarían el uso del poder pueden encontrar satisfacción a su real impotencia, sintiendo que lo ejercen a través del líder y esta es la trampa. Para ello deben hacerse uno con él.
Qué vieja es toda esta liturgia, qué vieja la humanidad, qué viejas sus debilidades.
Para colmo de dicha, al terminar las rúbricas, fue lanzando los rotuladores a la grada. Así, a la remanguillé. ¡Qué magnánima campechanía! ―¡Tomad, mis fieles, he aquí vuestra merecida recompensa!―, parecía pensar impasible, mientras repartía los fetiches cargados de mana y de dólares a su venta. La buena gente se abalanzaba sobre ellos como a migajas caídas de la mesa en el festín del poder. ¡Qué magnífico alarde populista! ¡Qué soberbia interpretación del déspota desilustrado! No todos los actores en política pueden sacar adelante tan histriónico papel. Este hombre, sin duda, ha de ser uno entre millones.
Qué tendrá que ver este público populachero de hot dogs and beers con los conspicuos magnates de las grandes tecnológicas, cuya presencia en la primera fila del juramento se hizo patente en el Capital One Arena a través de las pantallas gigantes. Viendo las imágenes de unos y de otros, no puedo evitar formularme la pregunta, aunque naveguen en camarotes bien separados, ¿qué hacen estos dos mundos embarcados en una misma nave? La clave de su unión, en principio, se me antoja fácil de intuir: para ganar unas elecciones son necesarias, al menos, dos cosas: dinero y votos.
Los asistentes a la exclusiva ceremonia capitolina aportaron, aportan y aportarán lo primero. Quienes presenciaron entusiasmados las firmas de los decretos trampianos eran los fieles depositadores de los segundos.
La masa de trabajadores por un lado y sus empleadores del otro. ¿No son acaso sus intereses contrapuestos? Nunca se vio de manera tan expresa una concurrencia de estas dos hermandades. Separadas, pero convergentes. ¿Quién y cómo se concertó el encuentro entre tan inusitados socios? Acaso esta liga entre la clase alta y la baja no sea imposible, pero sí difícil de sostener, como la mezcla del agua y el aceite.
La jornada de investidura lo hizo patente. Fue un acto escindido, con una escenografía convenientemente pensada para cada clase. El momento de la jura ante las corporaciones convocó el orden grandilocuente del estilo neoclásico, la pompa solemne, los himnos heroicos y la cuidada prosa irrumpiendo en los silencios cortesanos. Los desfiles bulliciosos de las coloridas bandas, el coro caótico del ruido irreprimible y el espectáculo de las clamorosas firmas, con su caza de plumas al vuelo incluida, quedaron para los otros.
II.- La corte del emperador.
Como casi todos los estadounidenses, Donald Trump muestra una fe sin fisuras en la bondad del capital privado. Forma parte de su idiosincrasia, ¿no?, condimentada con alguna que otra dosis de suero calvinista. En su opinión, toda normativa reguladora, todo impuesto, cualquier limitación sea del orden que sea a la actividad económica privada, es un obstáculo irracional al benéfico desarrollo de los negocios, que a todos ayuda.
El capitalismo y el estilo de vida en los Estado Unidos, ¿no son cosas semejantes? Siendo esto así, los magnates son, en definitiva, los mejores ciudadanos que concebirse pueda y no deberían ser castigados por serlo. Ellos son los creadores de millones de puestos de trabajo y son quienes, por su talento y por su trabajo, han cambiado las formas de vida, no solo en los USA, sino en todo el mundo. ¿Por qué obstaculizar su emprendimiento con regulaciones y trabas burocráticas? ¿Por qué someterlos a gravámenes fiscales que reducen los horizontes de sus legítimas ganancias y disuaden su ambición?
Claro que, por otra parte, la movilidad ascendente entre las clases sociales también forma parte del american way of life. De hecho, ¿no forma eso la base del american dream? Está en la constitución, en aquello tan cándidamente hermoso que concibe el derecho de cada individuo a perseguir la felicidad según la conciba. El gobierno de los Estados Unidos, desde su origen allá en los estertores del siglo XVIII, recibió el mandato de velar por hacer posible ese proyecto.
A partir de aquí podemos apreciar un pequeño problema. Lo que socialmente hablando recibe la denominación de libertad frente a las cadenas del origen, la casta y el destino fijado por nacimiento, en un sentido económico, se entiende como competencia y ha de combatirse desde los privilegios ya configurados. Por muy hermoso que sea basar una sociedad sobre el libre acceso del individuo a la felicidad según la conciba, no dejará de existir un conflicto entre los que desean llegar y quienes ya están. Porque tal vez no haya cama para tanta gente, ni café para todos.
Así pues, lo que la Constitución de los Estados Unidos nos enseña es la necesidad de un gobierno que sea capaz de mediar, defendiendo a quienes ya han conseguido el sueño, alentando a cuantos sueñan su cumplimiento y reprimiendo a quienes sueñan la posesión de todos los sueños.
Trump es, lo sigue siendo, un empresario acostumbrado a sortear, escamotear y chalanear con las administraciones locales, estatales y federales el cumplimiento de las normativas y el pago de los impuestos. Lo cual, en su opinión, no es prueba de una escasa conciencia ciudadana, solo demuestra su buena gestión como empresario.
Su tesis es simple y enormemente seductora a oídos de otros patronos, las regulaciones han de simplificarse o incluso ser eliminadas y los impuestos reducirse, ofreciéndose además toda una amplia gama de desgravaciones. Porque, esto es lo importante, es justo que los impuestos al capital sean inferiores a los del trabajo. Es simple. Los empresarios en los sectores de bienes y servicios e incluso quienes se dedican a la especulación financiera, son creadores de empleo y de riqueza, los demás no. En palabras de la profetisa Ayn Rand: son «parásitos» de la economía y han de compensar, mediante tributos, el lastre que representa su existencia para la sociedad.
En Europa no es muy conocida la enorme influencia que la obra de esta pensadora ejerce sobre la derecha de los Estados Unidos. Aunque los académicos la han rechazado argumentando su falta de rigor metodológico, sus escritos han influido poderosamente en los círculos conservadores y en los libertarios de derechas, para cuyos líderes puede decirse que es casi de lectura obligatoria.
Rand ensalzaba la autosuficiencia. Hace un héroe del individuo comprometido con su propia supervivencia y con su felicidad como propósito y guía moral de su vida. La razón es un valor absoluto sobre el que se basa el logro productivo, ese que aproxima el éxito en el cumplimiento de los personales objetivos. El trabajo duro y prolongado es la actividad más noble y surge de la obligación ética del ser humano para consigo mismo o, dicho de otro modo, de la obligatoriedad de conseguir los sueños. También surge de ahí el miedo al fracaso y su comprensión como síntoma de corrupción moral. Del otro lado, el éxito es la prueba inequívoca de la altura moral y de la idoneidad para el ejercicio del poder. Es Calvino en estado puro, la ética de los elegidos.
Desde estos principios, Rand ataca el altruismo, que desvía al ser humano de su egoísmo racional y de sus metas. Desprecia a los hedonistas por su ociosa falta de ambición, a la cooperatividad humana porque no cree en la existencia de intereses comunes, metas comunes o concepciones comunes de la felicidad. Demoniza a los funcionarios públicos, parásitos que enferman a la sociedad de burocracia y vilipendia las regulaciones del Estado porque, según ella, obstaculizan el libre ejercicio de las capacidades individuales. ¿No les suena todo esto a cierto discurso contemporáneo? Sin embargo, soslaya clamorosamente el hecho de que las leyes y las regulaciones gubernamentales pueden usarse para promover la libertad y el florecimiento de los propios individuos, impidiendo los monopolios y el abuso mafioso de sus privilegios, por ejemplo, o redistribuyendo la riqueza en forma de oportunidades corretoras del infausto nacimiento[3].
Con estas ideas por divisa, ¿puede asombrarnos ver que en el momento de su coronación Trump se vea asistido por el cortejo de los esforzados héroes del éxito personal? No cabe duda, su presencia era imprescindible para escenificar la llegada de Atlas a la nueva tierra, la solemne investidura del individuo capaz de hacer realidad los sueños. Su llegada a los cielos del poder de Washington, con apoteosis cupular incluida. El advenimiento del novus ordo seclorum. The great seal. In God we trust.

Al parecer, Trump hizo en principio todo lo posible para no evidenciar demasiado la presencia de los magnates de la tecnología en el ceremonial, pero la suspensión del acto en el exterior del Capitolio hizo imposible enmascararla, por más que tuviera poderosas razones para ello[4]. Porque la imagen de los magnates sentados como una piña al abrigo de la egregia rotonda capitolina, mientras el pueblo era relegado a mirar las pantallas excluidos del Olimpo, no podría ser más reveladora. ¿Qué dirán sobre esta imagen las mentes pensantes del MAGA?
Lo quisiera o no el nuevo presidente, la ceremonia de su juramento acabó simbolizando la relación de codependencia entre Trump y los señores de las nuevas tecnologías.
Él necesita de ellos, de la extraordinaria capacidad manipulativa de sus plataformas para movilizar a sus partidarios y de su penetración en todos los sectores de la economía, de la sociedad y del propio aparato del poder. Por supuesto, también necesitó las aportaciones de capital tanto para la campaña electoral como para la defensa de sus causas judiciales, incluso
se benefició económicamente de sus innovaciones. Cientos de millones, según parece, con la criptomoneda, lanzada apenas unos días antes de la investidura[5].
Por su parte, los magnates necesitan de Trump para retener, o incluso dispensar, la supervisión regulatoria y fiscal, armas que el presidente puede blandir para castigarles o beneficiarles. Desde luego, el acto puso de relieve las prioridades de la nueva administración, que presionará para extender sus recortes impositivos en beneficio de los estadounidenses más ricos. Aunque, forzoso es decirlo, en este sentido no hay mucho de nuevo en el ideario de Trump. Básicamente, es algo muy similar a lo que ya planteara Bush hijo, iluminado en aquellos felices tiempos por el gurú del laissez faire y del pelotazo, Alan Greenspan[6]. Por supuesto.
Para muchos, la ceremonia acabó siendo una exhibición del poder que el «transaccional» Trump ejerce sobre los hombres más ricos del planeta y el miedo que les infunde. Porque esta, así llamada, «transaccionalidad» no es otra cosa sino una notable habilidad para realizar ofertas que no puedan ser rechazadas de ninguna manera, al más puro estilo del siniestro personaje de Mario Puzo. «No están allí como oligarcas», declaró Steve Bannon, el poderoso líder del Movimiento MAGA, a Jonathan Karl, corresponsal de la ABC News: «Están allí como suplicantes»[7].
Así pues, en principio, parece que se nos plantea un dilema entre dos males y ninguno aparenta ser el menor. Podríamos estar ante un gobierno subordinado a los intereses de los magnates, poco dispuesto por tanto a frenar sus efervescentes excesos. Así, nos hallaríamos ante una plutocracia que, sin responsabilidad ante las leyes ni supervisión del Estado, libre de hacer y deshacer a su antojo, iría estableciendo un régimen de privilegios, abandonando el principio de igualdad democrática. sería como volver al siglo XV con tecnología del XXI.
Si esto es malo, la otra opción parece igualmente peor. Los líderes empresariales podrían ser meros «suplicantes», como afirmaba Bannon. Comparsas aterrorizados por un gobierno que reparte prebendas a las entidades sumisas y toma represalias contra quienes se muestran infieles.
Los oligarcas rusos, o chinos, forman una especie de trust de franquiciados con licencia de enriquecimiento, pero subordinados a la voluntad de un dictador, ya sea venido del KGB o del comité central del partido comunista. El capital sometido al dictador, a las arbitrariedades de sus imperiosas necesidades, al monopolio de su voluntad, a la adoración de sus deseos. El final del sueño individual, el fin de la libertad.
De momento, los regímenes de Putin o de Xi Ying Ping parecen lejanos al democrático sistema estadounidense, pero quizás no haya tanta distancia como debiera. Trump aparece como uno más de los oligarcas, un primus inter pares designado para destrozar las restricciones, la maraña de regulaciones e impuestos que impiden y gravan la acción productiva de quienes tienen legitimidad para soñar los grandes sueños: energéticos, tecnológicos, industriales o financieros. Porque los sueños pertenecen al universo del milagro, no pueden estar sujetos a represiones, ni siquiera por parte de la realidad más evidente. Vayámonos a Marte.
Existe por otra parte una diferencia cualitativa entre los magnates rusos y chinos con respecto a los estadounidenses. Aquellos vienen de un sistema burocrático, pertenecen a la élite de los funcionarios dedicados a la dirección de las fábricas de la era soviética o de la China anterior a la implantación de la excepcionalidad capitalista. Estos son hombres acostumbrados a obedecer, a no enfrentarse a un poder del cual emana toda su riqueza. Los magnates de Trump no son de este tipo. Han alcanzado su riqueza con esfuerzo, en mayor o menor medida, y están acostumbrados a lidiar con el poder político y a enfrentarse a él cuando la ocasión lo requiere. Su pasta es diferente a la de los oligarcas de los imperios orientales.
Nada aparece claro cuando miramos el futuro. El que los magnates adquieran el rol de oligarcas o de suplicantes en esta alianza inestable, tardará meses, incluso años en concretarse, pero el cuadro inaugural, con su obsceno maridaje de poder político y económico, constituye la alegoría de un inquietante momento.
Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Tim Cook o Sundar Pichai, podrían resistirse a su dominación, por supuesto. Seguramente eso pretenderán, al fin y al cabo, Musk ha sabido comprar por unos 277 millones de dólares la dirección de la purga de funcionarios que puedan oponerse a cuantos proyectos presente a la administración[8]. Esa es una de sus «grandezas». En la nueva era trumpista no existe el conflicto de intereses. De hecho, la misma concepción de las prácticas corruptas ha cambiado desde el momento en que el Tribunal Supremo liberó al Presidente de los Estados Unidos de estar sometido a las leyes penales del país[9].
De todas formas, el flamante jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental debe su cargo a un dedo que siempre parece estar cargado y listo para disparar. Que cada cual saque sus conclusiones, por mi parte creo que las alianzas compradas con dinero no son eternas y la escena interpretada bajo la grandilocuente apoteosis de Washington muestran lo que hay de forma evidente, al igual que las peregrinaciones deprecativas a Mar-a-Lago, con cheques de a millón para el comité inaugural de Trump.
«Mientras estamos aquí reunimos, nuestro Gobierno confronta una crisis de confianza. Durante muchos años, un radical y corrupto “establishment” ha extraído el poder y el bienestar de nuestros ciudadanos, mientras los pilares de nuestra sociedad yacen rotos y aparentemente necesitan completa reparación»[10].
Este tema es un clásico en el ideario de Trump. Ha formado parte de su campaña y ya estuvo presente en las dos anteriores. Nunca me queda claro quienes integrarían esta aviesa trama de malvados dispuestos a fastidiar las vidas de los ciudadanos en una oscura conspiración. En un mismo saco, aparecen revueltos los progresistas pedófilos, los satánicos demócratas, ocultos comunistas, capitalistas tránsfugas, banqueros reticentes, políticos traidores, activistas LGBTQIAK, las feministas, los abortistas, los defensores de la cultura woke, los inmigrantes, los científicos del Green Deal, los ecologistas, los empresarios de las energéticas renovables, los zurdos irredentos, los señores de la droga, los musulmanes, los ateos y todos aquellos para quienes el robo del triunfo trampista en 2020 fue solo una gran mentira.
Bueno, ahora parece que esa infame amalgama de réprobos viene a ser reemplazada por un esplendoroso «technological establishment» y, aunque no sabemos a ciencia cierta por qué este será mejor que el otro, desde el 20 de enero, un orden más justo reinará en los Estados Unidos de América y en el mundo. Le jour de gloire est arrivé…
Mientras, en Davos miran pasar el tiempo desde las estrellas, un nuevo eje de poder nos ha sido revelado en el zénit de los poderes. En Washington, los pluto-tecnólogos han escenificado su unión a la nueva derecha alternativa, a los libertarios, a los viejos patricios neocón y a los parias de la tierra. Sí, en la ceremonia de investidura se nos ha ofrecido una carilimpia muestra del sempiterno «quítate tú para ponerme yo». De forma televisada, el mundo asistió en directo a su solemne toma de posesión. ¡Qué democrático acto de transparencia! ¿O se trató tan solo de cínica obscenidad? Mientras, en Davos, los señores de la Tierra miran pasar el tiempo entre bostezos.
Para el resto de los mortales, la visión de estos «billionaires» alineados tras el César, ya vengan en son de poderosos oligarcas o de sumisos suplicantes, sugería una turbadora exhibición de riqueza en derredor del autarca, una impúdica proximidad en dosis elevadas de vergüenza ajena. He de reconocer, eso sí, que me conmovió esa parte de su discurso en la que el ya presidente se nos mostró volcado hacia esta humanidad. Porque los ricos también lloran:
«O, más recientemente, en Los Ángeles, donde estamos viendo fuegos todavía ardiendo trágicamente desde hace semanas, sin aponer siquiera una muestra de defensa. Están arrasando las casas y las comunidades, afectando incluso a algunas de las personas más ricas y poderosas de nuestro país, algunas de las cuales están sentadas aquí ahora mismo. Ya no tienen hogar. Eso es interesante. Pero no podemos permitir que esto ocurra. Nadie parece capaz de hacer algo al respecto. Eso va a cambiar.»
Sí, esto tiene que cambiar. ¿Cómo puede tolerarse que nuestros milmillonarios pierdan una de sus mansiones sin más? ¡Por Dios bendito! Esta dejación del Estado para con la protección de los privilegiados resulta intolerable. ¿Para qué mencionar las pérdidas y vicisitudes de las clases medias o las tragedias de las classes trash? ¿Qué pensarán de estas omisiones los líderes del MAGA o los sufridos militantes de a pie? ¿Cuánto les durará la ceguera? En lo que ha trascendido, el Sr. Bannon no parece estar muy contento, aunque aún dé pábulo a la imagen del elegido.
El saliente presidente Biden, no sin buenas dosis de cinismo por su parte, ya nos lo advirtió. Lo hizo durante su discurso de despedida la semana anterior a la investidura:
«Hoy en día, está tomando forma en Estados Unidos una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que literalmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicos y una oportunidad justa para que todos salgan adelante.»[11]
Se necesita cuajo desde luego. Sus palabras me recuerdan las del capitán Louis Renault, aquel personaje de la inolvidable Casablanca, interpretado por Claude Rains en uno de sus mejores trabajos. Cuando los nazis le exigen que cierre el cabaret de Rick, por ser un nido de espías y un garito, exclama indignado, como desayunándose con la noticia: ¡Qué vergüenza! Aquí se juega.
Todos los presidentes de los Estados Unidos de América, todos, desde el apoteósico Washington hasta el flamante Trump, han tenido donantes muy, muy, ricos. La diferencia es que, hasta ahora, habían preferido mantener en las sombras sus cambalaches. Esto marca una notable diferencia con la situación actual. La exhibición descarada de esta nueva alianza es lo que la caracteriza. No la alianza en sí.
Porque, hasta ahora, incluso en la anterior administración de Trump, la compra de cargos y el conflicto de intereses constituían piedra de escándalo, capaz de acabar con las administraciones. Ahora no. Musk exhibe su tributo de 277 millones sin vergüenza alguna y se enorgullece públicamente de haber sido «designado» jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Increíble, este tipo se ha comprado el poder para despedir a los funcionarios que toman decisiones sobre sus propias inversiones y lo airea como si tal cosa.
Ya no hay cuidado, entre las funciones constitucionales del presidente se halla la de elegir cargos públicos que no han de pasar por la pesquisa del Senado y el Tribunal Supremo respaldó recientemente el poder de hacerlo vendiéndolos al mejor postor. Porque el Presidente de los Estados Unidos es impune ante las leyes penales en el desempeño de sus funciones[12]. Ni Roger Stone en sus sueños más lúbricos hubiera sido capaz de concebir tanta maravilla.
El problema ahora es de ética y de moral. De formación ciudadana, de costumbres y de cultura. En democracia, todo cuanto implique una repercusión para la vida de la república, toda componenda entre el poder electo y cualquier grupo de presión a espaldas de la soberanía popular es de naturaleza manifiestamente corrupta y corresponde a los ciudadanos apartar del poder a quienes así pervierten la política. Pero esta elemental idea de la democracia parece ahora venida del infantil reino de Nunca Jamás.
Qué lejos quedan los ecos de aquellas heroicas generaciones en las que era posible hallar en un juez del Supremo ingenuas y, tal vez por eso, emocionantes vindicaciones de la democracia, como aquella que expresara el juez William O. Douglas en un voto disidente de 1948:
«En última instancia, el tamaño del acero es la medida del poder de un puñado de hombres sobre nuestra economía. Ese poder puede utilizarse con la velocidad del rayo. Puede ser benigno o peligroso. La filosofía de la Ley Sherman es que no debería existir, pues todo poder tiende a convertirse en un gobierno en sí mismo. El poder que controla la economía debería estar en manos de representantes elegidos por el pueblo, no en manos de una oligarquía industrial. El poder industrial debería estar descentralizado. Debería estar repartido en muchas manos, de modo que la suerte del pueblo no dependa del capricho, los prejuicios políticos o la estabilidad emocional de unos pocos hombres autoproclamados. El hecho de que no sean hombres viciosos, sino respetables y de mentalidad social, es irrelevante. Esa es la filosofía y el mandato de la Ley Sherman. Se basa en una teoría de hostilidad a la concentración en manos privadas de un poder tan grande que sólo un gobierno del pueblo debería tenerlo.»[13]
Para los Estados Unidos y probablemente para todas las democracias occidentales, el problema no atañe solo a la a alianza entre el poder político y el capital. La democracia representativa aparece así sesgada desde los albores de la revolución industrial. Sí, todos los poderes de todas las democracias han establecido tratos con los ejecutivos de las grandes corporaciones, pero nunca hasta el 20 de enero de 2025 se los había elevado a un lugar de prominencia similar.
Pues bien, esta corrupción se exhibe ahora investida de virtud. Lo tapado sale a la luz, pero no para ser condenado por la ley y corregido por el pueblo, sino para cobrar carta de naturaleza.
Este es el mundo en que vivimos. ¿Tan enferma se haya la democracia? El caso es que aún quedan años en los que podríamos asistir a retrocesos aún mayores. Ante esta debacle moral, no deberíamos bajar los brazos, más que nunca, es necesaria la resistencia.
NOTAS:
[1] El evento fue retransmitido íntegramente por Fox 5. Véase en: https://www.youtube.com/watch?v=I1j0rGn5n1s
[2] Las órdenes firmadas en el Capital One Arena fueron las siguientes: *Revocación de 78 órdenes ejecutivas de Joe Biden. *Congelación de nuevas regulaciones y contrataciones federales, con algunas excepciones. *Obligar a los empleados federales a volver al trabajo presencial. *Declarar la emergencia energética nacional para impulsar perforaciones en EE.UU. *Salir del tratado climático de París. *Restablecimiento de la política migratoria. *Designación de los cárteles y las bandas como organizaciones terroristas extranjeras. *Poner fin a las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) en las agencias federales. *Obligar a reconocer sólo dos sexos en la documentación oficial. Un listado completo y comentado de las 40 órdenes ejecutivas firmadas duranter el primer día de su mandato puede hallarse en: S/F. «List of executive orders President Trump signed on his first day in office», en: Eyewitness News ABC, 21/01/2025. Disponible en: Lista de órdenes ejecutivas firmadas por el presidente Trump en su primer día de mandato
[3] Alice O'Connor, nacida Alisa Zinovyevna Rosenbaum, fue una pensadora y escritora de ficción nacionalizada en los USA, donde es conocida por su pseudónimo literario, Ayn Rand. Como tal alcanzó la fama en 1943, al editarse su novela, The Fountainhead (El manantial), que fue llevada al cine con Gary Cooper en el papel protagónico. En 1957, publicó su obra más divulgada, la novela Atlas Shrugged (La rebelión de Atlas). Su filosofía, que bautizó como Objetivismo, se sostiene sobre una idea angular que denominó egoísmo racional, concepto que opone como fundamental guía ética de humanidad frente a las acciones humanas guiadas por certezas irracionales, sentidas como tales sin uso de juicio crítico, como por ejemplo sería la fe, la seguridad en la existencia de realidades indemostrables. El egoísmo racional se basa en la posesión de certezas racionales, establecidas sobre el principio interés individual en el camino óptimo para la supervivencia. Su planteamiento pretende llegar a describir una ética en equidistante oposición al altruismo y al hedonismo, basando su moral en la exclusiva obligación para con el propio interés, racionalmente establecido en aras de la mejor forma de conseguir los objetivos planteados en la vida. No obstante, Rand establece limitaciones al seguimiento de esta obligación y es en la descripción de estos límites donde su pensamiento entra en los terrenos de la política, campo donde condena el uso de la fuerza basada en egoísmos irracionales, que llevan a la extralimitación del interés egoísta. Queriendo alejarse de toda coerción del grupo sobre el individuo, apoyó el laissez-faire en la vida de la economía, definiéndolo como el sistema basado en el reconocimiento de los derechos individuales, basados en el principio de tenencia privada de la propiedad. En consecuencia, Rand se oponía al colectivismo y a la capitulación del individuo ante el Estado, dos lacras de las sociedades humanas que consideraba incluidas en muchas formas de gobierno en su momento histórico, como el comunismo, el fascismo, el socialismo, el estado teocrático y la socialdemocracia asociada la idea del Estado de Bienestar ―considerado por Rand una forma de colectivismo, no tan maligno como la emanada del comunismo―. Su propuesta de gobierno consistiría una república constitucional que se limitara a la protección de los derechos del individuo a la propiedad. No obstante, en este campo, su pensamiento también presentó límites y se opuso al libertarismo, al cual consideraba anarquismo, una teoría ingenua conducente al colectivismo comunista en última instancia. Sin embargo, las ideas de Rand han sido a menudo asociadas al movimiento libertario moderno en los Estados Unidos y, de hecho, suelen considerarse una de sus fuentes. Aunque pocas universidades incluyeron a Rand y a su Objetivismo como una especialidad filosófica o un área de investigación. El movimiento objetivista hace circular sus ideas, tanto entre el gran público como en los entornos académicos. De 2002 a 2012, más de 60 colegios y universidades aceptaron subvenciones de la fundación del BB&T (Branch Banking and Trust Company), que fue una de las mayores empresas de servicios bancarios y financieros de los Estados Unidos. La fundación requería incluir la enseñanza de las ideas de Rand para conceder una subvención. El interés mostrado por esta entidad financiera por expandir las ideas de esta filósofa no puede por menos que llamar la atención. En 2012, el influyente politólogo Alan Wolfe descartó públicamente considerar a Rand como una figura académica, sin embargo, en un artículo aparecido en junio de 2018 para Aeon, la filósofa Skye C. Cleary escribió lo siguiente:
«A los filósofos les encanta odiar a Ayn Rand. Está de moda burlarse de cualquier mención de ella. Un filósofo me dijo: 'Nadie necesita estar expuesto a ese monstruo'. Muchos proponen que ella no es una filósofa en absoluto y que no debe ser tomada en serio. El problema es que la gente la está tomando en serio. En algunos casos, muy gravemente.» Véase el original en inglés íntegro en: Cleary, Skye C. «Philosophy Shrugged: Ignoring Ayn Rand Won't Make Her Go Away», en: Aeon, 22/06/2018. Disponible en: "La filosofía se encogió de hombros. Ignorar a Ayn Rand no la hará desaparecer
Tal vez a los filósofos les iría bien una buena dosis de sentido práctico y bajar de su torre de marfil para combatirla en serio, proporcionando refutaciones en lugar de arrogancia. Con más de 37 millones de copias vendidas hasta 2020, los libros de Rand siguen siendo leídos ampliamente. A este respecto puede consultarse: Offord, Derek. 2022. Ayn Rand and the Russian Intelligentsia: The Origins of an Icon of the American Right. (Edición Kindle). London: Bloomsbury Academic. Una encuesta realizada en 1991 para la Biblioteca del Congreso y el Book of the Month Club, pidió a sus miembros que nombraran el libro más influyente en sus vidas. El primero, cómo no, resultó ser la Biblia. Pues bien, la novela La rebelión de Atlas de Ayn Rand fue la segunda.
De su obra traducida al español cabe citar: Rand, Ayn. 2019. El manantial, Barcelona: Deusto. Rand, Ayn. 2019. La rebelión de Atlas, Barcelona: Deusto. Rand, Ayn. 2024. Los ensayos de Ayn Rand, (6 vols.). Barcelona: Deusto. Una buena muestra de sus escritos originales puede hallarse en el catálogo del Internet Archive, disponible en: Internet Archive: Digital Library of Free & Borrowable Texts, Movies, Music & Wayback Machine En cuanto a obras escritas sobre su biografía y sus ideas: AA.VV.: 2016. (Gotthelf, Allan; Salmieri, Gregory. Editores). A Companion to Ayn Rand. Chichester: Wiley Blackwell. AA.VV.: 2020. (Neil Cocks editor). Questioning Ayn Rand: Subjectivity, Political Economy, and the Arts. (Edición Kindle). Cham, (Suiza): Palgrave Macmillan. Badhwar, Neera; Long, Roderick T. (2020). «Ayn Rand», en: (Edición de Zalta, Edward N). Stanford Encyclopedia of Philosophy. Disponible en: Ayn Rand / Stanfod Encyclopedia of Philosophyd. Burns, Jennifer. 2009. Goddess of the Market: Ayn Rand and the American Right. New York: Oxford University Press. Doherty, Brian. 2007. Radicals for Capitalism: A Freewheeling History of the Modern American Libertarian Movement. New York: Public Affairs Press. Gladstein, Mimi Reisel. 2010. Ayn Rand. New York: Continuum. Kukathas, Chandran. 1998. «Rand, Ayn (1905–82)», en: Edward Craig editor. Routledge Encyclopedia of Philosophy. Vol. VIII. New York: Routledge. pp. 55–56. Disponible en: Rand, Ayn (1905-1982) - Enciclopedia Routledge de Filosofía. Murnane, Ben. 2018. Ayn Rand and the Posthuman: The Mind-Made Future. Cham (Suiza): Palgrave Macmillan. Peikoff, Leonard. 1991. Objectivism: The Philosophy of Ayn Rand. New York: E. P. Dutton. Sciabarra, Chris Matthew. 2013. Ayn Rand: The Russian Radical. Pennsylvania: Pennsylvania State University Press.
[4] Marcus, Ruth. «Big Tech’s power surge», en: The Washington Post, 20/01/2025. Disponible en: El aumento de poder de las grandes tecnológicas. Lo que ocurrió el lunes en el Capitolio fue la toma de posesión de los oligarcas
[5] Para comenzar a entender el cómo y el porqué de la presencia de los magnates de Silicon Valley en el Mundo Trump, aconsejo la lectura de la entrevista de Ross Douthat a Marc Andreessen para The New York Times: Douthat, Ross. «How Democrats Drove Silicon Valley Into Trump’s Arms», en: The New York Times, 17/01/2025. Disponible en: Cómo los demócratas llevaron a Silicon Valley a los brazos de Trump En cuanto al negocio de las criptomonedas, véanse: Lipton, Eric, «Trump Begins Selling New Crypto Token, Raising Ethical Concerns», en: The New York Times, 18/01/2025. Disponible en: Trump comienza a vender una nuevo cripto token, generando preocupaciones éticas – The New York Times ; Room, Tony. «Trump promotes meme coin, raising ethics issues as value soars», en: The Washinton Post, 19/01/2025. Disponible en: Trump promueve la moneda meme, planteando problemas éticos a medida que el valor se dispara - The Washington Post
[6] Greenspan fue presidente de la Reserva Federal entre 1987 y 2006. Es decir, sirvió como tal bajo los mandatos de los presidentes: Reagan, Buch (padre), Clinton y Buch (hijo). En un discurso del 23 de febrero de 2004 sugirió a los bancos ofrecer a sus clientes un mayor número de Hipotecas de Interés Variable, Adjustable Rate Mortgage (ARM), en las cuales la tasa de interés se ajusta anualmente al valor del dinero en el mercado, que es fijado por los bancos centrales y no solo las tradicionales hipotecas de interés fijo. Véase: Greenspan, Alan. «Understanding household debt obligations», en: Federal Reserve Board, 23/02/2004. Disponible en: Comprender las obligaciones de deuda del hogar. En aquel momento, los tipos de interés que la FED aplicaba sobre el dólar estaban en un mínimo histórico del 1%. Sin embargo, tan solo unos meses después de haber alentado la venta de hipotecas de interés variable, Greenspan comenzó a subir las tasas de interés, hasta situarlas al 5,25% en tan solo dos años. Como es fácil de adivinar para cualquiera, millones de hipotecas de alto riesgo que se reiniciaban anualmente en tasas de interés mucho más altas que las pagadas por el prestatario durante los primeros años de la hipoteca, dejaron de pagarse. Sin embargo, en 2005, a pesar del incremento habido y de las dificultades que los impagos estaban causando, Greenspan elogió sin tapujos el auge de las hipotecas de alto riesgo y sus herramientas para evaluar la solvencia crediticia: «La innovación ha dado lugar a una multitud de nuevos productos, como los préstamos de alto riesgo y los programas de crédito de nicho para inmigrantes. Tales desarrollos son representativos de las respuestas del mercado que han impulsado la industria de servicios financieros a lo largo de la historia de nuestro país. Con estos avances en la tecnología, los prestamistas han aprovechado los modelos de calificación crediticia y otras técnicas para extender el crédito de manera eficiente a un espectro más amplio de consumidores.» Varios párrafos más adelante, añadía: «Donde antes simplemente se les habría negado el crédito a los solicitantes marginales, ahora los prestamistas pueden juzgar con bastante eficiencia el riesgo que plantean los solicitantes individuales y fijar ese precio de manera adecuada. Estas mejoras han dado lugar a un rápido crecimiento de los préstamos hipotecarios de alto riesgo. De hecho, hoy en día las hipotecas de alto riesgo representan aproximadamente el 10 por ciento del número de todas las hipotecas en circulación, frente a sólo el 1 o 2 por ciento a principios de la década de 1990» Greenspan, Alan. «Consumer Finance», en: Federal Reserve Board, 08/04/2005. Disponile en: https://www.federalreserve.gov/BoardDocs/speeches/2005/20050408/default.htm Indudablemente, aun sin poder apreciar con exactitud en qué medida, este entusiasmo por las hipotecas de alto riesgo en el presidente de la Reserva Federal fue uno de los factores desencadenantes de la crisis financiera de marzo de 2007, cuando la industria de las hipotecas de alto riesgo colapsó y muchos de los mayores prestamistas se declararon en bancarrota ante el aumento de los impagos. Curiosamente, cuando comenzaron a notarse los primeros efectos de los excesos del sistema financiero, ya durante 2005, Greenspan, el campeón de la desregulación, tan solo un día antes de las anteriores declaraciones, había pedido un aumento sustancial en la regulación. Así, al comparecer ante el Comité Bancario del Senado, dijo: «En la Reserva Federal seguimos preocupados por el crecimiento y la magnitud de las carteras hipotecarias de las Empresas Patrocinadas por el Gobierno [Government Sponsored Enterprises, GSE], que concentran el riesgo de las tasas de interés y el riesgo de pago anticipado en estas dos instituciones y hacen que nuestro sistema financiero dependa de su capacidad para gestionar estos riesgos.» Y más adelante en su declaración: «Para evitar posibles dificultades sistémicas futuras, que evaluamos como probables si la expansión de las GSE continúa sin cesar, es necesario adoptar medidas preventivas más pronto que tarde». Labaton, Stephen. «Limits Urged in Mortgage Portfolios», en: The New York Times, 07/04/2005. Disponible en: Se insta a fijar límites en las cartreras hipotecarias
[7] «Durante una entrevista en el programa This Week de la ABC, Karl señaló que Trump se había reunido recientemente con oligarcas tecnológicos como Elon Musk y Mark Zuckerberg. "Entonces, ¿qué opina del hecho de que allí, sentados con él, vayan a estar los tres estadounidenses más ricos de la historia?", dijo Karl refiriéndose a la próxima investidura de Trump. "Va usted a ver a Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, en asientos privilegiados". "No parecen los hombres y mujeres olvidados de los que habló Trump la última vez", continuó el presentador de ABC News. "¿Le sorprende ver eso?" "No lo estoy", replicó Bannon. "Están allí como suplicantes, no como oligarcas". "En cuanto Zuckerberg dijo: 'Me han invitado, voy a ir'", insistió. "Se abrieron las compuertas y todos estaban allí, llamando a la puerta, tratando de suplicar. Así que veo esto y creo que la mayoría de la gente de nuestro movimiento ve como si el presidente Trump hubiera acabado con los oligarcas". “Él los quebró y ellos se rindieron”» Véase el texto en inglés en: Edwards, David. «ABC host turns tables on Bannon: Trump favors billionaires over 'forgotten men and women'», en: News Break, 20/01/2025. Disponible en: El presentador de la ABC da la vuelta a la tortilla ante Bannon: Trump favorece a los milmillonarios en lugar de a los hombres y mujeres olvidados Link para escuchar el vídeo de la entrevista puede hacer link aquí: https://www.youtube.com/watch?v=XDGaVkl4I68&t=129s
[8] Siddiqui, Faiz; Thadani, Trisha. «Elon Musk put $277 million into the election. He’s $200 billion richer this year», en: The Washington Post, 15/12/2024. Disponible en: Elon Musk invirtió 277 millones de dólares en las elecciones. Este año es 200.000 millones más rico
[9] Este tema fue tratado en una anterior entrada en el presente blog. Véase: Desmantelando la democracia. IV.- Presidente Trump (I). La batalla del Supremo.
[10] El discurso puede hallarse en la página oficial de la Casa Blanca: https://www.whitehouse.gov/remarks/2025/01/the-inaugural-address/ También en una entrada anterior del presente blog: Desmantelando la democracia. VII. Presidente Trump (IV). El discurso.
[11] Véase: Phillips, Amber. «What is an oligarchy? The warning Biden issued in his farewell, explained», en: The Washington Post, 16/01/2025. Disponible en: ¿Qué es una oligarquía? La advertencia que Biden hizo en su investidura. - The Washington Post
[12] Sobre este tema permítaseme remitirme a una entrada anterior del presente blog: Desmantelando la democracia. IV.- Presidente Trump (I). La batalla del Supremo.
[13] «In final analysis, size in steel is the measure of the power of a handful of men over our economy. That power can be utilized with lightning speed. It can be benign, or it can be dangerous. The philosophy of the Sherman Act is that it should not exist. For all power tends to develop into a government in itself. Power that controls the economy should be in the hands of elected representatives of the people, not in the hands of an industrial oligarchy. Industrial power should be decentralized. It should be scattered into many hands, so that the fortunes of the people will not be dependent on the whim or caprice, the political prejudices, the emotional stability of a few self-appointed men. The fact that they are not vicious men, but respectable and social-minded, is irrelevant. That is the philosophy and the command of the Sherman Act. It is founded on a theory of hostility to the concentration in private hands of power so great that only a government of the people should have it.». El texto está disponible en la base de datos Justia. U.S. Supreme Court. «United States v. Columbia Steel Co., 334 U.S. 495 (1948)». Para dirigirse al texto haga link aquí: Estados Unidos vs. Columbia Steel Co. | 334 U.S. 495 (1948) | Centro de Justia de la Corte Suprema de EE.UU.
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